Respetar los cauces establecidos

En la empresa familiar es imprescindible saber distinguir entre familia y negocio para evitar tensiones y malentendidos. Es un hecho que familia y empresa familiar no se pueden separar totalmente, porque forman parte de un todo, pero existen vías para intentar equilibrar las dos dimensiones. Como hemos visto estas últimas semanas,  contar con el apoyo de la pareja y tener muy claras las prioridades es clave para lograr el equilibrio. Otro aspecto esencial es que cada cuestión o problema se trate en el ámbito que le corresponde.

No tiene sentido que en una reunión del consejo de administración se discutan problemas íntimos de la familia, del mismo modo que no deberían tomarse decisiones empresariales aprovechando los encuentros familiares. Las propuestas de la familia deberían de llegar a la empresa por el cauce establecido. Conviene dotarse de estructuras adecuadas para el gobierno de la familia, al igual que se tienen estructuras y procesos de gobierno para la empresa. Debería ser el presidente del consejo de familia quien trasladara las cuestiones familiares que afectan a la empresa al presidente del consejo de administración. Los atajos crean ruido innecesario.

Habría que evitar aprovechar la celebración de un cumpleaños en familia para «asaltar» al primo que es el director general de la empresa y recordarle que hace tiempo que pedimos un aumento de sueldo. Tampoco es apropiado irrumpir en el despacho de papá para quejarnos de que el jefe de nuestro departamento, que no forma parte de la familia, ha rechazado una propuesta que le hemos hecho y que consideramos muy acertada. El principio de autoridad es básico para el buen funcionamiento. Las emociones no deberían llevar a saltarse ese principio en la empresa.

Ojo, esto no significa que esté prohibido quejarse o hacer sugerencias, ¡faltaría más! Es solo que habría que hacerlas siempre respetando los cauces establecidos y los órganos de gobierno correspondientes. Esto tampoco quiere decir que no se pueda hablar en casa de temas relacionados con la empresa familiar, pues imponer esta restricción no sería natural. En este sentido, cada familia debe definir sus propios límites y sus cauces de acuerdo a la cultura imperante.

Andrónico Luksic, creador del Grupo Luksic, no solo hablaba del negocio en casa sino que estableció la rutina diaria de explicar a su mujer y a sus cinco hijos su jornada laboral, con todo lujo de detalles, cuando llegaba de la oficina. Como explicamos en el libro Sí, quiero, Luksic asegura que de esta forma logró inculcar a sus hijos la pasión por el proyecto empresarial y su manera de hacer las cosas.

En una entrevista concedida al diario El Mercurio, Luksic explicaba que ni él ni sus hijos tenían problemas en trabajar un domingo, si era necesario, porque disfrutaban con lo que hacían y no tenían la sensación de estar trabajando. Aunque el empresario también reconocía que, tiempo después, al morir  su madre, se dio cuenta de que lo único que ella le había pedido era tiempo y él nunca se lo había sabido dar. Eso hizo que empezara a dedicar más tiempo a su familia y se replanteara ese esquema de vida totalmente dedicada al trabajo, que puede poner en peligro el deseado equilibrio familia-empresa al que todo empresario familiar debería aspirar.

En el próximo post veremos algunos ejemplos más que muestran lo perjudicial que puede resultar para la familia empresaria el no saber separar adecuadamente las esferas familiar y empresarial.

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