Desde hace dos semanas, estoy intentando trasladar las virtudes cardinales al ámbito de la empresa familiar. Tras analizar la prudencia que caracteriza a este tipo de empresas y aquello que las hace fuertes, llega el momento de descubrir el papel que tiene la templanza en la gestión de las empresas de propiedad familiar.
Según el diccionario de la lengua la Real Academia Española, la templanza significa moderación, sobriedad. Y esto conecta directamente con uno de los valores más vividos por las empresas familiares: la austeridad. Uno de los pilares de éxito de las empresas familiares centenarias estriba en que han sabido formar a las siguientes generaciones como accionistas responsables y en esta formación juega un papel fundamental el ejercicio de virtudes para hacer mejor a cada individuo, entre ellas la austeridad. Disponer de un gran patrimonio no significa necesidad de dilapidarlo o de ostentación. Más bien al contrario. En la primera investigación que llevó a cabo el profesor Miguel Angel Gallo sobre valores en la empresa familiar acuñó el acrónimo ELISA, que significaba Excelencia, Laboriosidad, Iniciativa, Sencillez y Austeridad. Los miembros de las empresas familiares viven de forma intensa estas cinco virtudes.
La templanza es la virtud por la cual empezamos a darnos cuenta de cuáles son nuestras necesidades reales y que van, por tanto, alineadas a nuestro bienestar y desarrollo, y cuáles son imaginarias y producto de los deseos inagotables que nacen de las carencias que produce el ego, y son por tanto perjudiciales. Desde la sobriedad se manejan de manera adecuada los recursos, evitando tanto los excesos como las carencias. Este párrafo que lo podría haber escrito un moralista, si se analiza con detenimiento, es perfectamente aplicable a las empresas familiares. ¡En cuántas ocasiones hemos visto a CEOs llevar a la quiebra empresas por cuestiones de ego o por confundir sus querencias personales con lo que es conveniente para la empresa! En la empresa familiar, la propiedad está demasiado cerca como para permitir que se den este tipo de situaciones.
Fieles a su deseo de pervivencia, las empresas familiares son prudentes y moderadas. Huyen de los excesos y se caracterizan por ser cautelosas en sus decisiones y en sus acciones. Este temple, que Platón sitúa más cerca de la razón que de las pasiones del corazón, guarda relación con el deseo de discreción que comparten muchas familias empresarias y que apuntábamos en el primer post de esta serie. Como señalaba en ese post, las familias empresarias son conscientes de que está en juego su patrimonio pero también su reputación.
Y volviendo al patrimonio económico de la familia empresaria, que aunque no sea lo prioritario es importante, es fácil observar que en las familias que han sabido cultivar la sobriedad y la templanza, las expectativas económicas de los familiares no están sujetas al ritmo de crecimiento de la empresa.
De hecho, sobriedad y patrimonio no tienen por qué estar reñidos, siempre que se haya educado a los más jóvenes de la familia en valores como la austeridad y la templanza, que hacen que las personas busquen algo más que satisfacer las apetencias materiales.
¿Qué acciones explícitas hacéis en vuestra empresa familiar para enseñar a vivir la templanza?
En el próximo post descubriremos qué se entiende por justicia cuando nos referimos a la empresa familiar.