“Las empresas familiares tienen que establecer unas normas que garanticen su futuro”, explica Agustín Gregori, miembro de la tercera generación de la familia propietaria de Grefusa y desde el año 2002 consejero delegado de la empresa, en una entrevista.
¿Y qué normas son esas? Según dice Peter Drucker en el libro Reflexiones para un director, “son muy pocas en número, pero muy estrictas”. En concreto, él propone 4. Veamos cuáles son.
La primera regla es que el único familiar al que se debe permitir permanecer en la empresa es aquel que está dispuesto a trabajar más que nadie. “Todo miembro de la familia que no esté dispuesto a trabajar al menos el doble que los que no pertenecen a ella, debería permanecer fuera de la dirección”, asegura el reconocido autor.
La segunda norma consiste en no permitir nunca que un miembro de la familia desempeñe funciones de alta dirección si no está capacitado para hacerlo. Ya lo he dicho en varias ocasiones en este blog: el apellido no asegura nada.
Cuando le preguntan a Gregori, consejero delegado de Grefusa, quién será su sucesor, responde: “quien esté más preparado”. Y añade que: “Seremos aún más exigentes de lo que lo fueron conmigo mi padre o mi tío”.
La tercera regla invita a que los jóvenes de la familia empiecen su carrera profesional fuera de la empresa familiar, “en un lugar donde su nombre no signifique nada y no tengan relación con el dueño de la empresa”. Solo de esta manera adquirirán confianza en sí mismos.
Así lo constatan jóvenes directivos de familias empresarias como Salvador Bautista, director de la Asesoría Jurídica del Grupo Bergé; Álvaro Solans, vicepresidente de Pikolin, e Inés Juste, presidenta del Grupo Juste, que trabajaron fuera de los negocios familiares antes de incorporarse a ellos. En la 3rd Annual Family Business Conference, celebrada en el IESE, los tres coincidieron en la importancia de adquirir experiencia profesional externa antes de incorporarse a la empresa familiar. También Agustín Gregori, de Grefusa, explica en la entrevista que cuando su padre le ofreció incorporarse a la empresa, inicialmente rechazó la oferta y se fue a trabajar a Londres.
Insiste Drucker en que es mejor que sean los jóvenes quienes busquen trabajo por sí mismos, sin la ayuda de la familia. “Los jóvenes tienen que conquistar sus puestos”. No hay que dárselos, han de ganárselos, recomienda.
La cuarta y última norma que propone Drucker es tratar como trabajadores con plenos derechos a los directivos que no formen parte de la familia. Al fin y al cabo, siempre es necesario recurrir a talento externo. “Nadie posee suficientes parientes dispuestos a trabajar duramente” y, además, no todos estarán dispuestos ni interesados en trabajar en el negocio familiar, explica el autor.
Estas son las cuatro normas que deben cumplir las empresas familiares si quieren sobrevivir, según Peter Drucker. ¿Pero es Drucker experto en empresa familiar? Quizá os estéis haciendo esta pregunta… En realidad, sus libros hablan de la dirección de empresas en términos generales y no ponen el foco en la empresa familiar. Sin embargo, Reflexiones para un director dedica parte de un capítulo a este tipo de empresas.
Resulta curioso descubrir que muchos libros de gestión hacen referencia a empresas familiares. También en Empresas que perduran (Paidós), James C. Collins y Jerry I. Porras citan algunos ejemplos de empresas familiares, aunque el libro no se centra en ellas.
Algo harán bien las empresas familiares para que se les considere casos de éxito que merece la pena recopilar en los manuales de gestión, ¿no os parece?