A todos nos preocupa el futuro, pero no deberíamos obsesionarnos con ello. Dice Peter Drucker en el libro Drucker esencial (Editorial Edhasa) que sólo sabemos dos cosas respecto al futuro: que no se puede anticipar y que será diferente de lo que tenemos ahora.
Siendo conscientes de esta realidad, hemos de aceptar que no tiene sentido intentar pronosticar el futuro y, aunque desde el punto de vista de la gestión empresarial pueda verse esta limitación como algo negativo, también se puede hacer una lectura positiva: es posible lograr que suceda lo inesperado e imprevisible. “Intentar que el futuro suceda es arriesgado -escribe Drucker- pero menos peligroso que dejarse llevar por la confortable suposición de que nada habrá de cambiar, y menos que guiarse por una predicción de lo que ‘debe’ suceder o de lo que es ‘más probable’ que suceda”.
Conocer el pasado es útil, porque saber lo que funcionó y lo que no en un momento determinado puede darnos pistas. Como suele decirse, conocer el pasado nos ayuda a entender el presente y mejorar el futuro, siempre que no nos quedemos anclados en el ayer.
Toda empresa, sea familiar o no, debe trabajar en la construcción del futuro, del suyo y el de su comunidad. Hay que planificar a largo plazo, pero no nos confundamos: no se trata de decidir lo que hay que hacer mañana sino de “decidir lo que se tiene que hacer hoy para tener un mañana”. Una empresa paralizada por miedo a lo que vendrá corre el riesgo de desaparecer.
El futuro llegará, queramos o no, y la función de los directivos es hacer que suceda. Drucker considera que “es inútil tratar de adivinar los productos y procesos que se requerirán”. Lo que puede, y debe, hacer un buen directivo es plantearse qué le gustaría que su empresa consiguiera y trabajar para que la organización avance en esa dirección. ¿Adónde nos gustaría llegar? ¿Qué queremos aportar a la sociedad? En definitiva, hay que hacer que el futuro suceda.
En una entrevista en Expansión a Philippe Cassegrain, presidente de Longchamp, le preguntaban si creía que su negocio familiar, con 70 años de historia, tenía el futuro garantizado. Su respuesta: «La compañía ha crecido muy rápido desde que se fundara en 1948 y tengo mucha curiosidad por ver cómo serán los próximos setenta años. Creo que la percepción del lujo evolucionará y será completamente diferente a la que tenemos ahora. Espero que Longchamp siga exprimiendo su capacidad de aprovechar las oportunidades, como lo hizo mi padre, y poder así seguir avanzando».
Curiosidad, experimentación, saber aprovechar las oportunidades, capacidad de innovar. Son las claves para seguir avanzando y construir el futuro.