El propósito del trabajo: cuando la productividad se convierte en religión

Contribuyente invitado: Carolyn Chen

Socióloga · Autora · Profesora de Estudios Étnicos, University of California-Berkeley · Codirectora del Berkeley Center for the Study of Religion

Se ha escrito mucho sobre el papel del propósito en el ámbito de la empresa familiar. Pero, ¿qué ocurre cuando las organizaciones lo llevan demasiado lejos?

La profesora Carolyn Chen identifica algunos riesgos que surgen cuando las empresas tecnológicas se exceden en su propósito corporativo, borrando las fronteras entre trabajo y religión en nombre de la productividad. Puede ser conveniente tenerlo en cuenta en nuestras propias empresas.


Silicon Valley tiene fama de epicentro de la innovación tecnológica y por su intensa cultura del trabajo. En empresas donde trabajar 70 horas semanales es la norma, muchos empleados satisfacen sus necesidades de pertenencia, significado y propósito en el ámbito laboral, necesidades que antes satisfacían fuera de la organización a través de la religión, la familia y otras instituciones sociales.

Durante mi investigación para Work Pray Code, pasé cinco años en Silicon Valley observando y realicé más de 100 entrevistas con algunas de las mentes más brillantes del mundo de la tecnología.

De estas conversaciones emergía un patrón similar: con frecuencia los entrevistados empleaban términos casi religiosos para definir sus funciones laborales. Más que un trabajo, describían su rol como “una vocación” o “un camino espiritual” que les aportaba plenitud, pertenencia y trascendencia.

Este fenómeno no es casual en Estados Unidos, donde el clima laboral ha cambiado mucho en los últimos 40 años. A medida que se han extendido el capitalismo y la economía del conocimiento, las instituciones sociales que antaño alimentaban estas necesidades humanas –los lugares de culto, las asociaciones de vecinos y las organizaciones cívicas, entre otras –han visto disminuir su afiliación.

Al mismo tiempo, el número de horas dedicadas al trabajo no ha dejado de aumentar, sobre todo en sectores basados en la industria del conocimiento. En estas «comunidades de fe» para profesionales altamente cualificados, se suelen ofrecer prácticas espirituales de inspiración budista, como la meditación y el mindfulness, para ayudar a los empleados a mejorar su rendimiento.

Sin embargo, despojadas de sus enseñanzas éticas, se parecen muy poco a su propósito original, transformándose en un ejercicio de productividad para maximizar los resultados.

Esta evolución de la espiritualidad ha creado una “tectopía” en la que el trabajo se ha posicionado como la forma más elevada de realización. Aunque mi estudio se centró en la industria tecnológica, esa misma tendencia también es visible en otros sectores y organizaciones, cuyas declaraciones de misión, valores corporativos, códigos éticos y discursos sobre el propósito y la pasión se asemejan a los principios de organizaciones religiosas.

Vivir en una tectopía tiene un precio muy alto tanto a nivel individual como colectivo. En una de mis entrevistas, una emprendedora describía la prolongada crisis existencial que sufrió cuando la adquisición de su empresa no prosperó. Al entrelazar su sentido de sí misma, propósito y valor social a su trabajo, se sintió completamente perdida cuando éste llegó a su fin.

El culto al trabajo también tiene un impacto negativo en la sociedad en general. Al monopolizar el tiempo, el dinero y la energía de la gente, las tectopías socavan las instituciones y tradiciones no económicas que adoptan vías más holísticas hacia la realización.

Al mismo tiempo, engendran una desigualdad de espíritu al confundir el valor, la productividad y la capacidad de las personas para llevar una vida significativa con sus capacidades y cargos profesionales.

¿Cómo podemos escapar de sus peligros? A diferencia de los defensores de la conciliación de la vida laboral y familiar, creo que la solución va más allá de las decisiones individuales, sobre todo en contextos como Silicon Valley, donde la compensación, el estatus y la identidad personal suelen girar en torno al trabajo.

En mi opinión, la clave para liberarse de la religión del trabajo reside en crear, forjar y proteger otros cimientos dignos de culto: nuestras familias, comunidades religiosas, vecindarios y grupos cívicos.

Dando sentido a los sistemas sociales aparte de nuestro trabajo, alcanzaremos el equilibrio entre la vida laboral y la personal por el que todos luchamos.


Imagen en la home: Annie Spratt · Unsplash