Los valores se pueden cambiar (II)

En una entrada reciente expliqué que los valores se pueden cambiar, a propósito de una conferencia que pronuncié ante el Grupo Catalán del Club de Roma. En esa entrada expliqué que hay dos maneras de entender los valores personales: como ideales y como prácticas, como virtudes. Lo primero exige información y formación, y lo segundo, entrenamiento.

Como es lógico, los asistentes querían saber cómo se hace eso. He aquí algunas de las ideas que les transmití (hay muchas más, claro):

  • Aprende a evaluar correctamente la realidad, porque lo que te gusta no siempre coincide con lo que te conviene. Muy claro en la comidd y la bebida, pero también en nuestra manera de vivir en sociedad.
  • Conoce tus motivaciones: ¿por qué hago esto? No te dejes enredar, no racionalices tus decisiones, diciendo que lo haces por los demás, por servicio… Anda, di la verdad; si no, es como hacer trampas en el solitario.
  • Ten en cuenta las consecuencias de tus acciones sobre ti mismo. Todas. Una mentira te ahorra un mal trago (consecuencia positiva), pero te hace mentiroso y facilita que digas más mentiras en adelante (consecuencia negativa).
  • Y las consecuencias para los demás. Mentir al cliente te permite una venta cómoda, pero, ¿te gustaría ser tú el cliente engañado?
  • Esfuérzate por descubrir las necesidades de los demás y tenerlas en cuenta. «Yo ya sé lo que les conviene». A ver: ¿estás seguro?
  • Sal de la dualidad «bueno o malo» y piensa «lo mejor».
  • Elimina las actuaciones tuyas que muevan a otro a actuar egoístamente, y habrás mejorado tu entorno moral.
  • Ayuda a los otros a conocer los motivos de sus actuaciones, como hiciste con las tuyas. Para que ellos mejoren, claro, pero también para que mejores tú.
  • Ayuda a los demás a conocer los efectos de sus acciones sobre ellos mismos y sobre los demás, por las mismas razones por las que lo pensaste para ti mismo.
  • Fíate de los demás. Dales confianza, y que lo sepan. Si te preguntan ¿qué hago?, contéstales: tú mismo, piensa lo que debes hacer.
  • Y deja que se equivoquen. Házselo notar, pero no les quitas responsabilidad: si no, nunca mejorarán como personas -y tú nunca mejorarás como líder.
  • ejemplar. Los valores no son abstractos: se aprenden en las conductas de las personas. Y esta vez te toca a ti ser el modelo.
  • No confíes en tu instinto ético: estudia, pregunta, pide consejo…
  • Entrénate para hacer el bien. ¿Cómo? Haciendo siempre lo que debes hacer, pero bien hecho.
  • Proponte actuar por motivaciones superiores, no solo por el premio o el castigo.
  • Vence la tentación de hacer lo que te gusta.
  • Si te equivocas, reconócelo, pide perdón y vuelve a empezar. No perderás la apreciación de los demás.
  • Complícate la vida. Vivir de acuerdo con los valores no es garantía de vida cómoda.

Seguiré otro día, con la lista de acciones…