Es ya un lugar común afirmar que la solución al problema del desempleo pasa por la formación, que facilite el acceso a un nuevo puesto de trabajo. Es una afirmación correcta, pero, me parece, parcial.
- ¿Qué puede hacer un albañil que acaba de quedar en paro? Entre otras, dos cosas: ponerse a buscar empleo (ésa es ahora su nueva profesión) y prepararse para cuando pueda acceder a un nuevo puesto de trabajo. Y como ese puesto no estará seguramente en el mismo sector en que trabajó antes, necesita recualificación. O sea, formación.
- ¿Qué puede hacer un gobierno cuando tiene unos millones de parados? Darles formación profesional, ¿no? Pero, reflexionemos un momento. ¿Cuántas ofertas de mano de obra hay en sectores distintos de la construcción, que podrían cubrirse si los parados tuviesen la cualificación necesaria? ¿Unos cuantos miles, incluso cientos de miles? Ya se ve que dar formación a los parados es sólo una parte de la solución: hay que hacer otras cosas, al menos en el corto plazo -y también en el largo.
El problema del abismo entre la formación universitaria y el empleo, por lo menos en mi país, México, según yo lo veo, es que no existe acuerdo entre universidad y empresa sobre los atributos a desarrollar en los egresados.
A la hora de buscar empleo, el titulado de una universidad pública, queda en una situación deprimente. Sólo encontrará una colocación subprofesional en la medida que esté dispuesto a colapsar sus aspiraciones para el mediano plazo.
Por eso me parece tan interesante el planteamiento del maestro Argandona: pensar que la cualificación por sí misma resuelve el desempleo es una terrible simplificación.
Creo que quienes de alguna manera promovemos el emprendedurismo, debemos encontrar líneas de investigación que descubran canales para impulsar al emprendedor descalzo, al jóven parado y sin recursos, que no tiene el respaldo para seguirse formando.
De todos los sectores afectados por el desempleo, me parece que éste es prioritario, pues, además de que el jóven no logra emanciparse de los padres, una buena parte de la formación desperdiciada le ha costado al Estado.
Has dado en el clavo, como siempre… La formación es una buena herramienta, pero sin oportunidades de empleo, no sirve de nada. Y la única manera es recuperar la confianza para que oleadas y oleadas de emprendedores creen puestos de trabajo «de nueva hornada», de la nueva y la vieja economía, de todos los sectores. ¿Cómo se puede conseguir esto? Este es el debate, no la formación (que está bien pero no es la solución)…
Sr. Sergio Martinez:
Sin lugar a dudas los pequeños empresarios son los que pueden ayudar a superar una crisis de desempleo.
Tres buenas formas de fomentar su confianza en emprender nuevos proyectos son: alivianar la carga impositiva, flexibilizar el mercado de trabajo y lograr medidas que causen baja de interés.
Un debate interesante, sin duda.
Coincido en que la formación capacita y que no es la garantía. Un desempleado puede hacer un cursillo trás de otro y no trabajará nunca si realmente no quiere. La situación real es que tras el curso, el desempleado no accede a una bolsa de trabajo atractiva, tampoco se le incentiva a emprender ni su entorno en la vida mejora en cuanto a ofertas. Los centros de formación ocupacional cada vez amplian y mejoran más su oferta, pero creo que la dinamización sigue siendo una asignatura pendiente.
Poniendo un simil de la cultura popular, si un borrico no se mueve por una zanahoria, tiene dos opciones: reconocer que está hecho para trabajar y cambiar o encontrar un dueño lo suficientemente amante de los animales. Esta segunda nos lleva a la quiebra y a la hambruna de los dos, sin duda.
Gracias. Saludos.
Gracias a todos por vuestros comentarios. Sólo añadiría una cosa, dirigida a los empresarios: si tienes a un número de personas trabajando para ti, ¿cuidas de su formación? No se trata tanto de que les des cursillos o les pagues la asistencia a clases, sino que te preguntes, con frecuencia: ¿les ayuda a conseguir eso que ellos esperan cuando vienen a trabajar a mi empresa?