Los brasileños se quejan porque su moneda, el real está muy apreciada, lo que resta competitividad a sus exportaciones y puede frenar su crecimiento («Overvalued Brazilian Real Hurts Exports and Industrial Output«). Es muy humano: ¡nos ha ido tan bien en los últimos años!, dirán.
- Pero es injusto. No podemos pretender que las cosas nos vayan bien siempre. Sobre todo si eso implica tomar medidas de política económica para prolongar los años buenos. Porque esto supone trasladar parte de los costes a otros.
- Primero, a los otros países cuyas monedas se apreciaron relativamente en los años felices de Brasil, y que ahora deben pensar que, por fin, les ha llegado el momento de recuperar su competitividad.
- Y también a los propios consumidores brasileños, que sufrieron alzas de precios cuando la moneda se depreció, y a los que no queremos dejar que se beneficien de los menores precios de los productos importados que vendrán con la apreciación del real.
Saquemos nosotros también nuestra moraleja. Somos demasiado considerados con nosotros mismos (¡qué mal lo estoy pasando!) y no queremos acordarnos de que no hace mucho lo pasábamos muy bien. Y nos olvidamos que, a veces, los bienes de uno son males de otro. Y no somos capaces de enseñar a nuestros hijos que nuestra vida es, frecuentemente, una sucesión de ciclos, unos buenos y otros malos. Y que el secreto de la felicidad no está en eliminar los años malos, sino en llevar con buen ánimo los buenos y los malos. Buena parte de nuestra crisis actual tiene que ver, precisamente, con ese intento desesperado de evitar los contratiempos, cueste lo que cueste.
Pues sí. A lo bueno todos nos acostumbramos y rápido. Y es cierto que debemos aprender a ser pacientes y comprender que la vida tiene ciclos. La economía también. Aún así, perseguir lo bueno siempre, que es lo que se supone que tenemos que hacer, pasa por quejarse, creo, que es un paso necesario para valorar lo bueno que hemos tenido. Lo malo es quejarse demasiado… En FB alguien que ha comentado este post ha dicho que la energía bien podría dedicarse a algo bueno en lugar de quejarse. Pues sí. También sí. No es que no podamos quejarnos cuando las cosas van mal. Es que debemos quejarnos lo justo para llegar a saber qué teníamos y así dedicar el resto de nuestra energía a perseguir algo nuevo y prometedor. Así cambiaremos el ciclo
Gracias, Montse. Dos sugerencias: 1) después de quejarnos, pensemos tú yo: y ahora, ¿qué puedo hacer, en plan constructivo? Y 2) ¿qué necesitan los demás?
Touché.