Esta mañana miraba una fotografía de varias personas descargando paquetes de comida de un helicóptero, en la zona de Japón afectada por el terremoto y el tsunami (antes lo llamábamos maremoto) del 11 de marzo. Esperaba encontrar docenas de personas peleándose por conseguir una barra de pan o un paquete de arroz, pero sólo había ciudadanos trabajando ordenadamente.
No ha habido saqueos o pillajes en Japón, aunque la durísima situación de los daminificados justificaría esas conductas. No sé las razones de esa manera de proceder. Quizás sea el código de honor, que les lleva a evitar todo aquello de lo que puedan avergonzarse. Puede ser la ética social desarrollada por Confucio, con su énfasis en virtudes como la paciencia (incluyendo aguantar estoicamente largas colas para conseguir ayuda en medio del frío invierno del norte de Japón). O el sentido de pertenencia a una sociedad, más allá del individualismo que hemos desarrollado en Occidente.
Sea lo que fuere, me parece que vale la pena seguir el desarrollo de la crisis provocada por la naturaleza en Japón, y la respuesta de sus habitantes. Probablemente podremos aprender mucho de ellos.
Profesor, totalmente de acuerdo que en esta ocasión nos han dado una lección de civismo.
Pero no caigamos en lo mismo de siempre: pasar del blanco al negro en un momento (como decía Aristóteles, el equilibrio está en el punto medio).
La sociedad japonesa no es una sociedad perfecta, ni mucho menos. Posee una corrupción endémica por las relaciones entre grandes corporaciones y el poder político.
Y lo que me parece peor: tiene un pasado histórico cercano con numerosos atentados a los derechos humanos en muchos pueblos del suereste asiático. Inclusive, no ha asumido reparaciones de guerra por múltiples genocidios y algunos gobernantes han dicho que estaban orgullosos de ese pasado lleno de gloria, visitando cementerios donde reposan cenizas de genocidas.
En fin, como dice el refrán en todos los sitios cuecen habas, y en mi casa a calderadas.
Además, hay una delgada línea que separa a las sociedades de la locura. Japón y Alemania son claros ejemplos de sociedades avanzadas y cultas (al menos una parte importante de su gente) que cayeron en graves despotismos.
Y nadie nos garantiza de que ello vuelva a pasar.
Precisamente, estas imágenes de obediencia y orden me causan un poco de temor: mal utilizadas pueden ser terribles y causar un gran daño.
Gracias.
Un saludo.
Gracias, Paco. Imitemos el civismo y la paciencia de los japoneses, pero no los tomemos como un modelo de vida, también porque nuestras circunstancias (geografía, historia, cultura, tradiciones) son muy distintas. Pero, al menos, preguntémonos: ¿reaccionaríamos nosotros como ellos ante una catástrofe como ésta? Y, ¿sería deseable reaccionar como ellos o, al menos, a mitad de camino entre el caos y la absoluta seriedad? Y si es deseable, ¿qué tenemos que hacer para adquirir esas virtudes?
Veo a los japoneses como un ejemplo a seguir en su ética y sentido social, en occidente se ha impuesto el individualismo y el valor económico, casi nos habíamos olvidado de los principios y valores, la crisis ha hecho que algunos hayan vuesto a poner la mira en ellos, pero me temo que otros siguen con sus ardides y vuelven por sus derroteros. Espero que no nos haga falta una nueva crisis para aprender la lección o un desastre como el de Japón, no obstante, parece que no hay nadie que tenga claro que hace falta cambiar en el sistema capitalista actual, para tener nuevas esperanzas.
Esta es la gran diferencia entre Japon y la mayoria de paises. Ahí tienen una grande moral y se respetan mutuamente. Aqui predomina la ley de tonto el ultimo y/o el que trabaja…
Salu2