Me gusta el mensaje de la entrevista que el Wall Street Journal de hoy hace a Harriet Lamb, directora general de la Fairtrade Foundation (verla aquí, en inglés). El artículo se titula «Ponga el negocio antes de la caridad». Y no es un mensaje egoísta, como parece, sino algo mucho más profundo. Harriet dice a los empresarios que su fundación «promueve la agricultura sostenible de las primeras materias que necesitan sus empresas porque, sin ella, no podrían producir». Y añade: «No es caridad, es sentido común comercial».
Me gusta el mensaje: ser un directivo responsable es, ante todo, ser un buen directivo, profesionalmente competente. La responsabilidad social no es cuestión de buen corazón, sino de buena dirección de empresas. Aunque, probablemente, sin buen corazón uno puede acabar convenciéndose que lo único importante es ganar más dinero, a corto plazo. Y el que venga detrás, que pague la factura.
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Interesante reflexión la que se plantea. Creo que una buena gestión empresarial acarrea intrínsecamente una preocupación por la responsabilidad social. Pues a fin de cuentas, tal responsabilidad no es más que una inquietud por un conjunto de individuos, los cuales tienen relación directa o indirecta con el día a día de cualquier iniciativa empresarial. Defiendo por lo tanto la existencia (consciente o involuntaria) de la caridad como base fundamental de cualquier actividad que tiene a la persona como actor principal, en este caso un negocio.
Sí, Ignacio, claro. La caridad es necesaria en todo.