Las propuestas de dación de la casa en pago de la hipoteca siguen vivas. Hay muchas personas que no pueden pagar su deuda y que, aunque entreguen al banco las llaves de su casa, seguirán debiendo la diferencia entre el importe pendiente de su hipoteca y lo que vale la casa entregada en dación en pago.
Este caso es un ejemplo de lo que los economistas llamamos «consecuencias no previstas o no deseadas» de una decisión.
Supongamos que se aprueba una ley que permite liquidar la hipoteca pendiente entregando la casa en pago de la deuda, sea cual sea su valor, y con efectos retroactivos. El efecto inmediato será saldar la deuda del hipotecado, con un beneficio para él, y reducir el importe que esperaba cobrar el banco, con un perjuicio para la entidad financiera. Es lo que llamamos un «juego de suma cero»: lo que uno gana, lo pierde el otro. El lector quizás opine que es justo que sea así: el banco es rico y el deudor es pobre. Bien, pero la justicia no se decide comparando niveles de riqueza de deudor y acreedor.
Veamos ahora el efecto probable a medio plazo. Como es lógico, los bancos reducirán considerablemente el importe de las hipotecas que concedan, porque sabrán que, si el deudor no paga, el banco se tendrá que quedar con la casa, y querrán cubrirse de su posible pérdida de valor. En lugar de hipotecas por el 100 por cien, o incluso el 120 por cien del valor del inmueble, que hemos visto en el pasado reciente, nos darán hipotecas por el 60 ó 70 por cien. O sea, los compradores futuros tendrán que pasarse años acumulando una entrada elevada, o tendrán que acudir a parientes y amigos, o a otros prestamistas, para que les adelanten la diferencia. Resultado: el beneficio de los deudores de hoy será una pérdida para los posibles compradores de mañana. Y un freno más al mercado inmobiliario.
El problema de la dación en pago es, simplemente, un problema mal planteado, porque sólo vemos un problema (el del deudor que no puede pagar totalmente su hipoteca ni aun entregando su casa), cuando, de hecho, hay varios problemas: el del deudor hoy, el del banco hoy y el de los compradores futuros. Y, seguramente, alguno más, porque a alguien se le ocurrirá que, para facilitar la venta de casas en el futuro, habría que conceder créditos subvencionados u otras ventajas, con carga a los presupuestos públicos, o sea, con cargo a los pagadores de impuestos.