Peter Berger y Ann Bersntein escriben sobre «The Freedom Consensus» en The American Interest (verlo aquí, en inglés). Se enfrentan con un argumento que oímos o leemos de vez en cuando: el capitalismo democrático ha fracasado, el autoritarismo chino es mucho más eficaz. Por tanto, abandonemos la vía democrática para el crecimiento.
Berger y Bernstein critican esta tesis, apoyándose en las experiencias de países como India, Brasil y Unión Sudafricana. De todos modos, sus argumentos son válidos también para nosotros. He aquí algunos párrafos:
- «Las democracia jóvenes [todas las democracias, diría yo] han de persuadir, más que proclamar. Necesitan promulgar buenas leyes, y cumplirlas. Deben gastar los recursos públicos de forma moderada y no buscar la gratificación inmediata [otro buen consejo para todas las democracias]. Deben liderar con el ejemplo [otro]. Deben evitar las promesas y tareas demasiado ambiciosas, que inevitablemente desilusionarán [y otro]».
- «La democracia no debe juzgarse sólo por sus consecuencias económicas [un buen consejo para los economistas]; tiene valor por sí misma, porque se relaciona con el florecimiento de la libertad y de los derechos humanos [y esto vale también para los atropellos a la democracia en los países de más o menos raigambre democrática]».
- «La democracia asgura que el poder político y económico está disperso entre diferentes grupos de interés, en lugar de concentrarse en una elite».
- «Podemos atribuir la ganancia de inclusividad y la reducción de la pobreza en estos tres países [India, Brasil y Unión Sudafricana] a una combinación de elevadas tasas de crecimiento y a un gasto público orientado a formas de acción afirmativa y sistemas de cuotas, transferencias directas, gasto en educación y sistemas de salud de bajo coste [formas de redistribución, en general]. Pero el ritmo conseguido con esta forma de reducir la pobreza se debilita rápidamente. Después de conseguir los éxitos iniciales, los gobiernos no suelen poder seguir mejorando el bienestar de los pobres mediante la redistribución«. Porque, en definitiva, son los «altos niveles de inversión los que empujan la creación de ocupación y el crecimiento de la productividad».