«El fin del mundo está cerca», suelen decir algunos chiflados. Nouriel Roubini, el conocido profesor de la New York University, no es de esos. Pero en un artículo de hoy en el Financial Times llama la atención sobre la próxima crisis grave (¿más grave aún?) de la eurozona, a propósito de la deuda soberana griega («The eurozone heads for break up», aquí, en inglés).
Su tesis es que a la eurozona le quedan cuatro soluciones: una depreciación fortísima del euro, para que los periféricos (Grecia, Portugal, España, Irlanda, Italia) ganen competitividad; un largo periodo de reformas à la alemana; un deflación à la argentina, y que alguno de los periféricos abandone el euro. Roubini ve las cuatro opciones no viables, pero aclara que «hay escenarios que ahora nos parecen inconcebibles y que pueden dejar de serlo en cinco años». Y, sin duda, está pensando en el cuarto escenario.
Roubini se fija demasiado en el problema de la pérdida de competitividad, pero me parece que éste no es «el» problema de la zona euro hoy. Por cierto, la eurozona apuesta ahora a otro escenario: ganar tiempo.
No quiero entrar en la tarea de hacer profecías. Quiero sacar una moraleja: ante cuatro escenarios, todos ellos catastróficos, lo que haría cualquier gobernante responsable es preparar un plan de acción alternativo para cada uno de ellos. Y, si puede (que España puede, al menos en parte), apostar por uno, el menos malo, y jugarlo con fuerza.