El sociólogo Richard Sennett hace en El artesano (Anagrama, 2009) un elogio del trabajo bien hecho, cualidad que él atribuye al artesano, enfrentándolo con el trabajo dependiente del empleado de una empresa capitalista.
La artesanía es, para Sennett, hacer las cosas bien por el simple hecho de hacerlas bien. Es probable que esto sea así en el caso de muchos artesanos, pero me temo que no de todos. Y que sea también el caso de muchos de los que trabajan en empresas capitalistas, pero, de nuevo, no de todos. No creo que la calidad profesional o su falta sea un atributo de un sistema económico. La actividad del artesano muestra unas características que no se dan con tanta facilidad en el trabajo de una cadena de montaje, como la creatividad, la iniciativa y la flexibilidad, pero el artesano puede ser también un chapucero, y una buena secretaria puede tener esas virtudes artesanales, aunque trabaje en un antro capitalista.
No pretendo corregir a Sennett. Pero sí me gustaría aprovechar sus ideas sobre el trabajo bien hecho para reivindicar la teoría de la acción humana. En todo lo que yo hago, como artesano o como empleado de una empresa capitalista, se derivan dos tipos de resultados, como ya señaló Aristóteles. Unos, externos, que serán la obra de arte en el artista o el producto masificado de la cadena de montaje. Elogiemos al primero, pero tengamos en cuenta que necesitamos de ambos: con los productos primorosos del artesano podemos vivir bien unos cuantos privilegiados, pero si queremos que todo el mundo tenga acceso a esos bienes, necesitamos ir más allá de la artesanía.
Y luego están los efectos internos sobre la persona que actúa. Sennett nos llama la atención sobre estos efectos, que son los que, en definitiva, acaban de configurar que un trabajo esté bien hecho o no. Y esos efectos dependen de la persona. Claro que es probable que un artesano tenga más incentivos y motivaciones para hacer bien su trabajo. Pero -que me perdonen los sociólogos-, la clave no está en los condicionantes externos.
Antonio Argandoña es Profesor Emérito de Economía del IESE.
Comparto totalmente la idea de perfección del artesano, caso contrario no sobrevive.