G.K. Chesterton, en su Breve historia de Inglaterra (Barcelona: Acantilado, 2005), explica algo que hoy en día nos resistimos a admitir: que las circunstancias han cambiado y, por tanto, que nuestra valoración del pasado puede ser injusta, cuando la juzgamos con categorías del presente. Habla de la Edad Media en aquel país (y su argumento vale para cualquier país en cualquier época, incluyendo el nuestro hace unas pocas semanas):
«El rey es, en el mejor de los casos, una especia de verdugo coronado y el gobierno una desagradable necesidad, pero lo cierto es que si era tan desdagradable es sólo porque gobernar era más difícil. Lo que hoy deciden los jueces de primera instancia antes lo decidían las expediciones de castigo del rey. Durante un tiempo la clase criminal fue tan poderosa que el gobierno sólo podía ejercerse mediante una especie de guerra civil. Cuando el enemigo caía en manos del gobierno, o se le mataba o se le mutilaba salvajemente. El rey no podía ponerle ruedas a la prisión de Pentonville para llevarla consigo» (pág. 98).
Me gusta el análisis de Chesterton. También estoy de acuerdo con él, cuando dice que «no es mi intención negar que en la Edad Media se cometieron crueldades». Simplemente, cuando juzguemos a los demás, hagámoslo desde la objetividad -no me atrevo a pedir simpatía.
Don Antonio:
Coincidentemente estoy leyendo la biografía de San Francisco de Asís escrita por Chesterton. Uno de los puntos que destaca el autor en su libro es la incapacidad o, al menos, dificultad para entender e interpretar la Edad Media según la mentalidad moderna. Porque, según entiendo, al juzgar el pasado la dificultad no estriba sólo en el cambio de circuntancias, sino también en que los paradigmas que inevitablemente usamos para inteligir una época histórica distinta de la nuestra no son aplicables a ésta, es más, muchas veces ni siquiera somos totalmente conscientes de este problema. Y por lo mismo no sé si es posible la objetividad. Tal vez sólo nos queda tratar de ser concientes de nuestra subjetividad.
Un saludo afectuoso y aprovecho de agradecerle el compartir estas reflexiones en su blog.
Gracias, Gastón. Y por no entender lo que en el pasado hacían, acabaremos repitiendo sus errores.