Leo un comentario (verlo aquí, en inglés) que me llama la atención: «The truth about fundamentals», o «La verdad sobre los fundamentales«. Es difícil traducir esa palabra. Se supone que una variable, el índice de la bolsa, por ejemplo, depende de otras variables «fundamentales», como el tipo de interés o el crecimiento de la economía, y que depende también de otras variables «no fundamentales», que influyen ocasionalmente en aquella, desviándola de la senda que debería seguir, de acuerdo con los «fundamentales». Decir que los fundamentales de un país están bien viene a decir que, si ahora algo nos separa de la buena senda, es algo transitorio, y, probablemente, equivocado.
Hemos leído y oído mucho eso de que «la economía española va bien, los fundamentales son correctos». Ya no nos lo creemos, claro, por mucho que lo repita el ministro de turno. Más aún, como dice el comentario aludido, empezamos a sospechar que, si dicen con tanto interés que toda va bien, es que, probablemente, algo no va bien.
La estrategia de decir que toda va bien viene recomendada por la necesidad de tranquilizar a los ciudadanos o a los mercados. La alternativa es decir la verdad: a veces esto causará preocupación, pero si, además de decir que los cosas no van bien, señalas qué cosas sí van bien, qué vas a hacer para que las que no va bien vayan bien, y cuándo esperas que empiecen a cambiar las cosas, el mensaje es más creíble. Pero, claro, hay que convencer a los ciudadanos de que ahora sí, ahora estás diciendo la verdad. Y eso no es creíble, si durante meses o años has estado diciendo que todo va bien.