¿Para qué sirven las leyes?

El candidato socialista dijo ayer en Barcelona que «Lo que no puede ser es que un tribunal corrija a la soberanía de un pueblo«. ¿Dirá lo mismo si los vecinos de un pueblo acuerdan en referedum echar a los de otra etnia que viven en la localidad?

Lo que dice Alfredo Pérez Rubalcaba lo piensan muchos ciudadanos, sin duda. Es una manera de entender el papel de la ley: lo que cuenta es la voluntad popular. Queda, sin embargo, en el aire la pregunta: ¿tiene algún límite la voluntad popular? Me temo que avanzamos rápidamente hacia una sociedad cada día más polarizada. ¿Puede la mitad más uno decidir en contra de la mitad menos uno?

«No se refería a esto el candidato», me dirá el lector. De acuerdo. Pero, ¿dónde traza el candidato la frontera?

4 thoughts on “¿Para qué sirven las leyes?

  1. No se mucho de política, pero lo que es cierto es que hoy dicen una cosa, mañana otra y así según les convenga, solo quieren llegar al poder.
    ¿por que será ?

  2. He escuchado hoy decir al Señor Pérez Rubalcaba que respeta la decisión del Tribunal que analiza el caso faisan.

    Igual si nos preguntaran en referendum, algo que esta de moda, que opinamos el resto de españoles de este caso, la soberanía del pueblo decidiría otra cosa distinta a la que piensa el señor Pérez Rubalcaba.

    ¿Puede que el conseguir votos esté haciendo que disminuya la capacidad intelectual del que dicen es uno de los políticos más inteligentes que tenemos?

  3. El límite está en la ley moral natural objetiva. Y hay no pocos quienes niegan la existencia de dicha ley y por consiguiente de cualquier límite de este tipo. Lo cual constituye quizá el principal conflicto de nuestra era.

  4. Desde el momento en que es la voluntad popular la que -exclusivamente- quien decide (bueno, en realidad no; son los políticos quienes deciden, aunque sea al margen de la voluntad popular) sobre cualquier cosa, la mitad más uno puede decidir en contra de la mitad menos uno (y, de hecho, lo ha venido haciendo en los útimos años).

    Todo ello dentro de los límites de lo ‘políticamente correcto’, concepto definido al margen de la voluntad popular. Cosas del relativismo.

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