Adela Cortina, Catedrática de Ética de la Universidad de Valencia, explica en el blog de la Fundación Étnor la importancia de «contar cuentos» (no «cuentos chinos», aclara) en la ética empresarial (ver aquí). «Cada empresa, dice, tiene una historia y cuando la cuenta va reconstruyendo su identidad, los valores que le importan y hacia donde quiere ir. Así, la razón de ser de la organización, sus valores y el futuro se convierten en la esencia que toda empresa tiene que saber comunicar».
Cortina señala cuatro ventajas de las historias: 1) tienen más poder que los informes; 2) vinculan emocionalmente con el receptor; 3) son más fáciles de recordar que las estructuras y los conceptos, y 4) el relato tiene sentido por sí mismo y goza de un contexto, «tiene una capacidad comunicativa y pedagógica que no tienen otras herramientas».
Me parece un mensaje interesante, no diré que como alternativa a las Memorias de sostenibilidad, de Responsabilidad Social o de lo que sea, que seguirán siendo necesarias (al menos mientras las organizaciones internacionales las consideren necesarias), pero sí, al menos, como complemento. Pienso a menudo que los empleados, los clientes o los vecinos de una fábrica no se leerán nunca una árida Memoria, pero sí una buena historia. Esto lo he dicho a muchas empresas, que me agradecen el regalo, pero no se lo quedan. ¿Por qué?
El efecto de las historias es evidente. El problema es que requieren un esfuerzo adicional. Pensarlas o, mejor, encontrarlas. Otra alternativa es protagonizarlas. Sin duda, la mejor.