Leí hace pocos días, y no me acuerdo dónde, que muy bien lo de revisar lo de los sueldos de altos directivos, consejeros y presidentes de empresas grandes, sobre todo financieras, pero que también había que pasar revista a las remuneraciones de cantantes, deportistas y otras estrellas. Me parece que esto exige una aclaración, porque aquí hay dos problemas.
Uno es el de si una persona tiene derecho a una remuneración multimillonaria, por dar patadas a un balón o por cantar. La verdad es que me cuesta mucho encontrar razones para que no se le pague (y ya sé que esto es contracultural, al menos en este país y ahora). Pongamos el caso de un jugador de élite. El público está dispuesto a acudir al campo para verle actuar, a comprar los productos que él anuncia o a leer los periódicos que hablan de él. Desde el punto de vista del mercado, tiene sentido que se le pague: se lo ha «ganado». Sí, ya sé que alguno dirá que en noventa minutos de partido uno no se puede ganar unos cuantos millones, pero… ¿por qué no? ¿Se ganó el inventor de la vacuna contra la polio la fama y el premio Nobel por la casualidad de que naciesen unos hongos en un tubo de ensayo? Claro que esta volcado en su proyecto, pero también el futbolista o el cantante lo hacen. Algunos nacen con estrella, y otros se la ganan con años de trabajo. Como decía Nadal, es curioso: cuanto más me entreno, más suerte tengo.
Tengo más argumentos sobre el caso de las estrellas. Si el jugador de fútbol no se lleva los millones, ¿quién se los queda? Porque el público y las cadenas de televisión siguen pagando,… Se los quedará el club, claro. Pero, ¿es esto justo? En algunos países han puesto un tope al sueldo que puede ganar un deportista, porque esto evita que los sueldos se disparen y pone los fichajes al alcance de los clubs modestos, y esto es bueno, pero esto, claro, al final se beneficia el club. A no ser que se aplique un sistema de reparto con otros deportistas; pero esto puede ser justo (la victoria es de todos), o no (¿por qué ha de tener un mejor sueldo un jugador mediocre, simplemente porque juega al lado de uno muy bueno?). También cabe montar otros mecanismos, como los impuestos sobre sueldos millonarios (otra vez un problema de justicia y, a veces, también de eficiencia) o la generosidad privada de los interesados. En definitiva, uno puede tener derecho a ganar todo el dienro que le quieran dar (honestamente ganado), pero lo que haga con él ya no depende solo de sus preferencias: hay aquí un problema moral y social.
¿Es éste el mismo caso de los altos directivos de empresas o bancos? Hasta ahora, sí. Pero hay una diferencia: el cantante bien pagado cantará más o menos, y el jugador estrella jugará más o menos bien, pero difícilmente sus decisiones tendrán efectos muy grandes sobre la organización y sobre terceros. Mientras que un banquero pagado con stock options puede verse tentado a asumir riesgos excesivos (y hemos visto casos de esto en la crisis reciente), o a manipular la contabilidad, o a tomar decisiones que se notan en la bolsa a tiempo para que él cobre sus stock options, pero que pueden tener un gran impacto negativo sobre la empresa a largo plazo.
O sea: en la cuestión de las altas remuneraciones me parece que hay que distinguir un problema de justicia y otro de comprtamientos inadecuados.
Hace años, en los 90, la fórmula de las stock options era la joya de la corona (Mario Conde, Telefónica, BBVA, etc.). Todos (¿?) parecíamos estar de acuerdo en la fórmula de ‘crear valor para el accionista’. Que yo recuerde, nadie clamó contra ella o, si lo hizo, no hizo el ruido suficiente.
Luego vino Enron, la burbuja ‘dotcom’ y, finalmente, las subprime. A la vez, surgió con fuerza el movimiento RSC y los ‘grupos de interés’. Con él, la opción de ‘hacerse el responsable’, como una estrategia de marketing.
Ahora, la autoridad quiere bloquear los beneficios a los gestores de entidades que han recibido apoyo público. ¿Por qué? Si logran sanear su banco y devolver el crédito público, ¿a qué viene ese estigma?
Al final, los problemas siempre son personales; y las soluciones, también. No cabe decir, como en ‘Margin call’: «No estoy de acuerdo, pero necesito el dinero».
Antonio, agradecería mucho saber tu opinión sobre la incentivación con «stock options»…
¿consideras que es la forma más inteligente (o conveniente) de incentivar a un directivo hoy día?
Gracias anticipadas 🙂