El pasado jueves 24 de noviembre tuve una reunión con Antiguos Alumnos del IESE en Dublin. Fue una buena ocasión para enterarme de los problemas de la economía irlandesa. Encontré unos resultados macroeconómicos aceptables, mejores que los de España (en términos de crecimiento, saldo positivo de la balanza por cuenta corriente, éxito en las políticas fiscales para reducir el déficit público, etc.) y, al mismo tiempo, un ambiente deprimido por los errores pasados (burbuja inmobiliaria, exceso de endeudamiento, errores de los bancos y del gobierno, etc.) y por las poco agradables expectativas de futuro. Vamos, algo así como lo que veremos en España, si todo va bien, dentro de un año.
No iba a darles consejos, pero les dije que las empresas deberían asumir su parte de responsabilidad en la recuperación de la economía. Que era la hora de ser innovadores, de ofrecer alternativas, de movilizar a la sociedad civil y al gobierno,… Debieron pensar que es muy fácil volar unos cientos de kilómetros para decirles esto, pero, ¿podía decirles algo mejor, para devolverles la confianza en sí mismos? Porque, además, me parece que esto es lo único que pueden hacer ahora. Y pensaba que, si lo hacen, si son capaces de adoptar una actitud de liderazgo en el país, dejarán un magnífico ejemplo para sus hijos y nietos. ¿Para qué sirve una empresa?, les preguntarán estos. Y los directivos y empresarios les contestarán: las empresas fueron el motor de la recuperación, no solo económica, sino también humana y cultural del país.