Ayer conté en este blog «Hacia dónde va Europa» (aquí), una versión que yo llamaba «optimista» de la posible solución de la crisis de la deuda soberana en la zona euro. Hoy leo a Philip Stephens en el Financial Times afirmar que «Esta vez pueden salvar el euro» (en inglés, aquí). Me parece bien su tesis, porque coincide con la mía, al menos en líneas generales.
Después de muchos titubeos y contradicciones, parece que en Europa está cuajando la idea de que la solución del problema de la deuda de los países periféricos estará en un paso adelante en la unificación fiscal de la zona euro, lo que pasa por un compromiso serio y creíble de los países afectados para cerrar sus déficit y moderar su deuda pública (¡oído, nuevo gobierno!) y el establecimiento de reglas claras y, de nuevo, creíbles, para el control de las cuentas fiscales de esos países. ¿Estaremos ya aproximándonos a una solución duradera? Pero ojo: solución duradera no quiere decir fácil ni cómoda.
Me gustaría conocer más en detalle los entresijos de esa unificación fiscal de la zona euro, porque me parece que, en los tiempos que corren, va a resultar muy difícil conjuntar una orquesta en la que tocan virtuosos de alto caché junto a pordioseros de la esquina. Lo de la ‘armonización’ desafinará sin remedio.
Además, la cesión de soberanía que supone no es un plato de gusto en el momento actual, cuando la opinión pública (en España, por ejemplo) cree que todos los males le vienen de fuera (los bancos, los mercados, el FMI; es decir, quien sea, menos yo).
Por otra parte, en el plano estrictamente político, semejante ‘humillacion’ es un argumento fácilmente agitable por cualquiera, sea cual sea su color político. El gobierno lo tendrá crudo. Y, naturalmente, volverán los indignados.