Josep Soler, director general del Institut d’Estudis Financers, sale en defensa del liberalismo en Liberal.cat (ver artículo aquí, en catalán). Es muy fácil, dice, criticar el liberalismo enfrentándolo con el impecable modelo neoclásico de la economía de mercado en competencia perfecta, en que todo sale bien. Y muy fácil también ponerlo frente a las propuestas socialistas de una sociedad justa, próspera y solidaria. Sólo que… el mundo no es ni como lo pintan los economistas neoclásicos, ni como lo presentan los socialistas utópicos.
Soler recuerda que «el debate, tanto político como económico, se centra excesivamente en la aplicación mecánica de principios y tópicos, sin plantearse si son adecuados o no, si tienen o no lógica en una coyuntura muy específica». Esta invocación del realismo es, dice, muy propia del «liberalismo de las libertades individuales y de la igualdad ante la ley o, si se prefiere, de la tolerancia y el pluralismo radical, [que] implica cuestionarse permanentemente sobre la realidad y sobre las políticas del cambio, y esto es lo que ha faltado en los consensos previos a la crisis… y en la confusión posterior de los intentos de solución».
Estoy muy de acuerdo. En estos últimos años hemos asistido a estériles debates sobre si el keynesianismo es la clave de la salida de la crisis, si esta ha sido un fallo del mercado o del Estado, si el remedio no puede ser peor que la enfermedad,… Hace ya bastantes años que, cuando en clase algún alumno se queja de que no les explico lo de «keynesianos vs. monetaristas» o «neokeynesianos vs nuevos clásicos» y cosas así, les digo que esas disputas de escuela son, casi siempre, estériles. Gracias, Josep, por recordarnos que hemos de tener siempre los pies en el suelo: saber dónde estamos y, a partir de aquí, pensar soluciones realistas y prácticas. Y me parece que aquí la nota liberal no es algo secundario, porque nos recuerda lo que los seres humanos somos, lo que nos realiza como personas y lo que nos empequeñece o nos envilece. Por eso hay muchos que usan la palabra «liberal» para desacreditar unas actuaciones pasadas que no fueron liberales, ni de lejos, o unas propuestas futuras, que les molestan, porque defienden una concepción de la persona humana basada en la libertad, la dignidad y la responsabilidad.
Y dicho esto, una observación marginal a la tesis de Josep Soler: lamentablemente, también hay liberales que siguen anclados en las disputas de escuela. Pero, afortunadamente, predominan los realistas.