Me refiero a la tesis de que Europa sale de sus crisis pegando una patada a la lata vacía, con la espera de que llegue un día en que se acabe la carretera sin haber tenido que resolver el problema de qué hacer con la lata. Lo digo a propósito de las propuestas de Merkel y Sarkozy sobre la refundación de la Unión Económica y Monetaria europea.
¿Cuál es el problema? ¿Que algunos países han mentida acerca de sus déficit públicos? ¿Que han sido incapaces de tomar verdaderas medidas para solucionar las dudas sobre la solvencia de su deuda soberana? ¿Que falta disciplina fiscal? Si ese es el problema, la solución propuesta va por buen camino. Claro que tiene muchas posibilidades de salir mal. No creo que esto ocurra en la reunión del viernes, pero sí después, a la hora de poner negro sobre blanco lo que habrá que aprobar. Y, sobre todo, a la hora de ejecutar las drásticas medidas que se proponen. No olvidemos que Francia y Alemania fueron las que cambiaron las reglas del juego cuando fueron ellas las que incumplieron los límites, hace media docena de años. De todos modos, es probable que ahora sí vaya en serio. O sea que… ¡bien!
Pero quizás el problema ahora es otro. La nueva Europa refundada no contempla qué hacer cuando un país sufre una crisis grave, lo mismo que ocurrió con el Tratado de Maastricht. Y el problema ahora es cómo podemos ayudar a los periféricos a salir del agujero en que se encuentran. Vale, de acuerdo: el país que sufra la crisis, que se arregle solito. Pero esto seguirá lastrando a la zona euro durante muchos años. Y seguirá faltando en el futuro Tratado un apartado sobre una política fiscal más coordinada -a menos que esté en la letra pequeña de los acuerdos entre Merkel y Sarkozy. Y esto seguirá siendo una piedra en el zapato, porque cualquier país, también los más ricos, podrá pasar por ese trance.
En resumen: la construcción monetaria sigue; reordenaremos la construcción fiscal, en su vertiente de déficit excesivo, pero nos seguirán faltando los otros puntos que los teóricos solemos pedir para que una unión monetaria funcione: mercados realmente integrados (sobre todo, mercados laborales) y políticas de apoyo para los gobiernos que, sin el recurso a la devaluación de su moneda, puedan tener problemas. ¿Volveremos a la casilla cero del Tratado de Maastricht?