En el IESE usamos mucho el método del caso. La teoría sobre ese método dice que primero hay que analizar los hechos, distinguiéndolos de las opiniones. Luego hay que formular un diagnóstico. A partir de él, hay que explicitar los objetivos: ¿qué queremos conseguir? ¿Qué es lo importante y qué es lo secundario? Después se explicitan los criterios para la toma de decisiones. Luego viene el listado de alternativas, la decisión y el poner la «letra pequeña» para que la decisión se pueda llevar a la práctica. Eso es la teoría; en la práctica, el método es más desordenado. Pero las etapas importantes son las mismas.
Quiero fijarme ahora en que primero hay que explicitar lo que queremos hacer, los objetivos, y luego vienen las alternativas de acción. Esto me parece importante, porque solo si nos fijamos un objetivo nuevo seremos capaces de desarrollar conocimiento nuevo para la acción. Este es uno de los misterios de la mente humana: cuando nos proponemos una meta nueva, creamos las condiciones para encontrar soluciones nuevas. Si queremos hacer lo de siempre, las ideas serán las de siempre.
Y esto vale para todos: para los gobiernos, para las empresas, para las familias,… Por eso, la crisis es una oportunidad. Pero solo lo es si nos fijamos objetivos nuevos y liberamos nuestra mente de las restricciones que hasta ahora dejábamos que nos dominasen.
Toda crisis nos expone a situaciones desconocidas, las cuales nos obligan a buscar nuevas alternativas de solución. Si nos animamos a salir de los viejos hábitos para vencer la inseguridad que acompaña lo incierto, podemos tomar partido de la creatividad y las nuevas oportunidades que ello implica.
Pero tal como mencionas Antonio, creo que nunca hay que pasar por alto el objetivo que buscamos alcanzar, y para el cual implementaremos estas nuevas alternativas. De lo contrario las oportunidades pueden estar frente a nosotros y aun así, las dejamos pasar.