Lo digo en serio: no nos equivocamos.
Cuando yo era (más) joven, se contaba un chiste sobre el viejo 600. En la acera, una persona observa los intentos para poner en marcha un 600. El motor de arranque solo hace ruidos, pero no es eficaz. El curioso sentencia: «Nunca se pondrá en marcha». Al cabo de un rato de hacer ruido y nada más, el motor de arranque prende. Tosiendo y echando humo, el coche se pone en marcha. El observador concluye: «Ahora, no hay quien lo pare».
Ambas afirmaciones son ciertas,… con la información disponible hasta ese momento. Cualquier medio-experto en coches sabía que un 600 en aquellas condiciones no se pondría en marcha. Por eso, la primera afirmación era cierta o, el menos, altamente probable. Pero una vez que el motor arranca, ha llegado información nueva: ¡funciona! Por tanto, la segunda afirmación también es cierta.
Los economistas, incluyendo el Fondo Monetario Internacional y todos los organismos nacionales e internacionales, actuamos de esa manera. Por eso somos categóricos sobre la próxima recesión, el déficit público creciente y el paro que seguirá subiendo. Hasta que llegue nueva información.