Hace unos meses decía en este blog que la vida de los economistas era muy aburrida: todos los días pasaba lo mismo (más recesión, más paro, más amenazas europeas, más prima de riesgo,…). Aquella situación me recordaba los dolores de cabeza de los analistas cuando tenían que explicar la continua apreciación (o depreciación) del dólar, durante tres o cuatro años. El lunes la atribuían a los tipos de interés; el martes, al optimismo empresarial; el miércoles, a la seguridad política; el jueves, a las declaraciones del Presidente; el viernes,… Era muy duro tener que inventarse unas 200 explicaciones por año, porque, si los mercados son mínimamente eficientes, la explicación del lunes ya no vale el martes, porque si algo movía a comprar el lunes, eso ya no servía para la decisión del martes,…
Eso ha cambiado, al menos en España, en las últimas semanas. Tenemos en marcha tres formidables acciones: las medidas fiscales de finales de diciembre, la reforma financiera de hace un par de semanas, y la laboral de la semana pasada. Esto ya nos da para pensar, escribir (y, con un poco de suerte, cobrar) durante algunos meses. Pero es que hay mucho más: cada día se anuncian nuevas reformas. La fiscal (después de la preocupación por aumentar los ingresos, ahora hay que poner orden en la estructura de impuestos que tendremos en los próximos años), la de las cotizaciones sociales (todavía no la han anunciado, probablemente porque entrará en la reforma fiscal), las de las administraciones públicas (ha habido pequeñas incursiones, pero queda mucho por hacer,… si los sindicatos lo permiten), la de la competencia (Javier Targhetta, el consejero delegado de Atlantic Copper, hablaba de esto hace unos días en Expansión: la noticia se titulaba «La falta de competencia en el sector eléctrico lastra a la industria española), la de la energía (el saldo comercial exterior de la energía no se ha reducido, a pesar de la brutal caída del producto interior bruto español: nuestra dependencia energética es ya alarmante), la de las empresas públicas (anunciada para esta semana), la de la educación y la formación profesional, la de la sanidad, la de la dependencia, la del comercio, la de la administración de justicia, la de las pensiones,…
Y paro aquí, porque ya he conseguido lo que quería: marear al lector. Sí, todo esto puede ser muy bueno para dar protagonismo a los economistas. Pero yo prefiero fijarme en otro protagonismo: el de las empresas. A estas alturas, ya tenemos claro un porcentaje muy alto de lo que va a ser el panorama económico español en los próximos años. Mis queridos amigos empresarios: es vuestra hora. No podéis esperar más.
Pero usted que ha tratado y sigue tratando con generaciones y generaciones de empresarios españoles aún cree que merecen llamarse así? En este pais los negociantes solo se mueven cuando alguien esta dispuesto a asumir sus perdidas en sus «aventuras». Cierto es que ahora lo tienen mas «barato» y quizas en el futuro medio más. Los que se esconden en sábanas que parecen sotanas o lo son, no nos daran de comer a todos, como mucho a sus profesores.
Lamento que tus experiencias con lso empresarios sean tan negativas; yo conozco a muchos muy buenos. Y si tienes razón, vayamos pensando en un régimen soviético para sacarnos de la crisis.