Me pidieron de Alfa y Omega un artículo muy breve sobre la reforma laboral, desde el punto de vista de la Doctrina Social de la Iglesia Católica (aquí, junto con otros textos). Más que recurrir a la denuncia, que es lo que solemos hacer los católicos cuandos nos enfrentamos ante un problema social, humano y moral, preferí hacer un par de valoraciones globales:
- La reforma laboral no puede entenderse por sí sola. Forma parte de un conjunto de reformas, y debe valorarse dentro de ellas. De otro modo, los árboles no nos dejarán ver el bosque.
- La reforma contempla casi toda la vida laboral de una persona. Esto es bueno, porque lo que pasa en un momento determinado (la formación, la contratación o la revisión del salario) no puede desconectarse de lo que pasa en otros momentos (la protección por desempleo, el despido o la jubilación). De nuevo, hay que juzgar las cosas con visión de conjunto.
- La reforma no debe juzgarse bajo la óptica de la lucha de clases. Puede hacerse, claro, pero nos llevará a la ideologización de las soluciones y al conflicto permanente.
- Acabo diciendo que, como la reforma va a crear ganadores y perdedores, cada uno de nosotros tiene que pensar: ¿qué puedo hacer yo para que los resultados sean más justos para todos? Porque, acabo, esta no es sólo responsabilidaqd del Estado, sino de todos. Y esto también lo dice la Doctrina Social de la Iglesia.