«No podemos seguir con esta política de austeridad a toda costa». Vale. «Europa tendría que hacer algo por nosotros». Vale, aunque me parece que no les resultará convincente que los deudores les pidan más dinero, en lugar de tratar de devolver el que les deben. Pero, ¿en qué consiste esa «ayuda» de Europa? He aquí algunas consideraciones al respecto. Utilizaré el símil de la familia, porque, en definitiva, un país es una gran familia (no siempre bien avenida).
Un primer caso sería el de la familia que no puede pagar en el supermercado. No tiene liquidez, pero tiene riqueza, tiene trabajo y genera rentas, de modo que podrá devolver el dinero más adelante. Lo que necesita es que alguien le deje 100 euros con urgencia. No es el caso de España ahora. Un poco sí lo es, porque nuestras deudas van venciendo y hay que devolverlas, y nadie nos quiere prestar ahora. Pero eso tiene otros arreglos: el Banco Central Europeo nos ha prestado esa liquidez a un tipo de interés casi cero y a tres años (lo presta a nuestros bancos, que lo prestan a nuestros gobiernos, pero todo en queda en la familia, aunque quizás mal repartido). En todo caso, no es eso lo que tenemos en la cabeza cuando decimos que «Europa tendría que hacer algo por nosotros».
Nuestro problema es que necesitamos que alguien nos proporcione ingresos, no liquidez. Somos una familia en paro, y con lo que ingresamos cada mes no nos da para sobrevivir. Eso es, me parece, lo que tenemos en la cabeza cuando pedimos la ayuda de Europa. ¿Qué pueden hacer por nosotros?
¿Qué querría una familia en esas circunstancias que hiciesen los demás por ella? Una donación. O quizás un préstamo a largo plazo, con un largo periodo de carencia y un tipo de interés muy bajo. ¿A quién le pediría usted dinero, si fuese la familia necesitada? A sus primos. Pero nuestros primos europeos no están muy decididos a darnos ese dinero: porque consideran que hemos sido unos frescos (y tienen bastante razón), porque hay otros primos que también están necesitados (griegos, italianos, portugueses, quizás irlandeses), y porque habrá otros primos en el futuro (la familia siempre tiene alguna oveja negra). Y, claro, una cosa es ser bueno y otra ser bobo, nos dirán nuestros parientes ricos. Además, no es cuestión de darnos calderilla: la familia de parados querrá comer durante bastante tiempo, hasta que se recupere su capacidad de generar rentas y estén en condiciones de sobrevivir por sí solos. O sea, necesitamos bastante dinero, quizás del orden del 2% del PIB o más. Y después podremos pelearnos con esos primos ricos, diciéndoles que ellos también han hecho las cosas mal, y que se beneficiarán de nuestra futura prosperidad, y otros argumentos similares, pero todo esto no nos servirá para ablandar sus endurecidos corazones.
Vale, Antonio. ¿A dónde quieres ir a parar? A que esa idea de que los europeos nos tienen que ayudar no parece una idea muy acertada. Aun en el mejor de los casos, no nos darán todo el dinero que necesitamos; nos pondrán condiciones leoninas (ya nos las han puesto), y no nos dejarán respirar. O sea que,… la idea de crear un fondo europeo para salvar a los primos del sur, antes ricos y ahora empobrecidos, me parece que no irá muy lejos. Pidamos, sí, que nos dejen devolver nuestras deudas con tiempo, pero hagamos los deberes cuanto antes. Y saquémonos nosotros (casi solos) del agujero en que nos encontramos (a eso van dirigidas las reformas). No nos hagamos demasiadas ilusiones.