No soy un experto en el manejo de escenarios: no de teatro, claro, sino de lo que en economìa y otros ciencias se llaman así, a saber, previsiones (casi siempre numéricas) de qué podría pasar en un país, una empresa o una familia, bajo distintos supuestos. Pero siempre me ha parecido una buena técnica, recomendada, entre muchos otros, por mi colega Mike Rosenberg en el último número del IESE Insight (ver aquí, en castellano). Claro que la elaboración de un escenario está sujeta a numerosas incertidumbres, y que uno siempre puede encontrar argumentos en favor de otros resultados, pero, al menos, sirve para tener una base de discusión o de negociación (y si a la otra parte no le gustan nuestros supuestos, que presente otros, rehagamos los escenarios, y veamos qué resulta).
Digo todo esto porque he encontrado en VoxEU un interesante trabajo de Javier Andrés y Rafael Doménech, titulado «The arithmetic of (excessive?) fiscal consolidation in Spain» (verlo aquí, en inglés). Su tesis es ya muy conocida, porque otros muchos la han propuesto: empeñarse en reducir un déficit público demasiado rápidamente puede ser un remedio peor que la enfermedad, porque las medidas de austeridad pueden acentuar la recesión y, con ello, agravar el déficit, en una espiral de difícil salida.
Lo que hacen Andrés y Doménech es un sencillo cuadro con dos escenarios: uno con las cifras previstas por el gobierno en 2011, y otro, revisado, con las previsiones actuales. Sus conclusiones son claras: la consolidación fiscal va a ser excesivamente procíclica, es decir, va a agravar la recesión, como decíamos antes. De ahí una de sus conclusiones: «La EU debe hacer cambios en la estrategia de consolidación fiscal que está pidiendo a sus estados miembros».
La otra me parece más interesante. Hasta ahora, siempre se habla de déficit nominal, sin distinguir entre déficit estructural y coyuntural. Este último es el que está ligado a la evolución del ciclo, y aumentará con la recesión. Por eso hemos de centrar la lucha contra el déficit estructural, con dos condiciones adicionales: que las medidas sean creíbles, y que abarquen varios años. «El ritmo de consolidación estructural, dicen, debe ser suficientemente ambicioso para garantizar la sostenidibilidad de las finanzas públicas en el medio y largo plazo, y suficientemente gradual para evitar los efectos adversos excesivos sobre la economía y el empleo en el corto plazo».
Bueno, todo esto ya lo sabíamos. Lo que me parece interesante del estudio de Andrés y Doménech es que da una base para discutir con los acreedores y, sobre todo, con la UE, acerca de la mejor estrategia fiscal que nos conviene seguir. Ya sé que no será fácil convencerles, porque lo que ellos temen es que, detrás de una estrategia de gradualidad, se escandan las pocas ganas de hacer la corrección fiscal y las reformas que el país necesita. Por eso, detrás de los escenarios mencionados deberán venir medidas anunciadas y comprometidas, de acuerdo con un plan que, como hemos dicho, apunte simultáneamente a la reducción de la deuda pública a medio y largo plazo y a la recuperación, lo más rápidamente posible, del crecimiento y la creación de empleo.
De todas formas, no veo muchas salidas. Según he leido, la consolidación fiscal, siendo «agresiva», solo sirve para ahorrar lo mismo que gastamos en intereses de la deuda, lo cual entiendo que quiere decir que no nos va a permitir reducir deuda. Si eso es así, la otra opción, la «expansiva», generará más déficit y eso incrementará la deuda y la prima de riesgo, lo que dispará también el déficit con una espiral todavía más «dañina» a largo plazo. Me temo que no nos queda más remedio que pasar esta «travesía del desierto»…