Mi colega Alfredo Pastor escribió ayer en el diario Ara un interesante comentario titulado «Prácticas españolas» (aquí, en catalán). Recogía unas cuantas prácticas de esas que podemos llamar, con mucha benevolencia, de pillería o de hacerse el listillo, que van desde la evasión fiscal hasta el fraude del estado del bienestar para percibir, indebidamente, una prestación por desempleo cuando uno ha pedido la baja voluntariamente o está trabajando en la economía sumergida. Y hay otras muchas prácticas que, aclara Alfredo, no son patrimonio exclusivo de nuestro país.
Pero señala que aquí se da una característica que merece ser destacada: la connivencia que muchos tenemos con esas y otras prácticas. Citando un artículo de Antonio Vives en el mismo periódico unos días antes, Pastor hace notar que los «progresistas progres«, como los llamaba Vives, consideran que lo que hay que hacer es saltarse las normas, porque eso es lo «progre» y es lo que ellos hacían en los años setenta. Y cita las actuaciones de los antisistema en la huelga general del pasado 29 de marzo como una muestra.
Pastor señala que «eliminar las prácticas españolas es un problema de fibra moral» que «conviene abordar con rigor, pero con la debida modestia, porque el fin último no es tanto condenar como ayudar«.
Cierto, aunque no se puede exigir a la población en general aquello que es titular en los medios de comunicación diariamente por parte de políticos, gobernantes y personas con responsabilidades publicas, casos como del Palau, Gurtel,campeón, ayudas de Andalucía, de palma arena y noos,……este es el autentico problema, porque como me enseñaron
se debe predicar con el ejemplo. Y que ejemplo tenemos?