En una entrada anterior hice referencia a algunas ideas sensatas de un economista neozelandés, Stuart Birks. Este fin de semana leí otro papel suyo, titulado «¿No hay temas éticos en la economía?» (en inglés, aquí). Como el lector sabe, desde hace una temporada me interesan las reflexiones sobre la puesta en práctica de lo que los economistas decimos, sobre todo a la vista de los errores que estamos cometiendo (todos, no solo los economistas) en la crisis actual. Por eso me han interesado algunas de las ideas de Birks.
- La teoría económica parte de simplificaciones. Por tanto, nuestras teorías no son representativas de la realidad. Dependen, entre otras cosas, de nuestras definiciones, de la información que elegimos y de cómo interpretamos esa información. Birks aplica esto a la separación que solemos hacer entre mercados y gobiernos, como si fuesen dos agentes distintos cuando, en realidad, ambos están interconectados. Por eso, digo yo, las discusiones de los últimos años sobre el fracaso del mercado o los fallos del Estado son, al menos en gran medida, pedaleo sin resultados: no es que uno de los dos fallen, es que los dos dependen uno de otro.
- Birks aplica eso también al atomismo de la teoría dominante y a tratar el mundo como sistemas cerrados. Atomismo quiere decir que suponemos que los agentes actúan cada uno por su cuenta, con sus motivaciones y sin influencia de los demás, lo que no es verdad. Y lo de sistemas cerrados quiere decir que suponemos que lo que ocurre en un sistema no depende de lo que ocurre en los demás, lo que tampoco es verdad. Podemos llamar a esto falta de visión de conjunto, un grave problema en el tratamiento de las crisis actuales (en plural, porque son muchas).
- Birks critica también la distinción entre teoría positiva y normativa, que Milton Friedman defendió con ardor (y con excelentes resultados, como se ve en la aceptación de esa distinción entre los economistas). Pero el positivismo ha sido fuertemente criticado en los últimos años. Al final, tenemos teorías que pretenden explicar el mundo y, al mismo tiempo, decirnos que esa manera de entender el mundo es la racional. Lo cual es verdad, pero solo si… esa manera de ver el mundo es la única racional.
- El ámbito académico no es un terreno de juego limpio, donde mentes preclaras tratan de conocer la verdad con entera honestidad. Birks dice que es, sobre todo, un juego de poder, donde hay muchas agendas más o menos ocultas, donde abundan las estratagemas retóricas (donde las palabras atractivas pretenden ganar adhesiones, independientemente de la verdad que contengan o que oculten: lo que McCloskey llama «la promoción de posiciones no bien fundadas»), y donde hay prácticas útiles, aunque éticamente discutibles. Birks recuerda que los economistas juegan papeles variados, unas veces como miembros de escuelas académicas, que defienden sus intereses; otras, como asesores de gobiernos, cuyas políticas proponen, y otras como personas con sus propias ideologías, que, consciente o inconscientemente, colocan por delante de la verdad.
Duro está Birks en sus críticas. Como muestra el título de esta entrada, es una llamada a la humildad: los economistas no tenemos la verdad; a menudo, la manipulamos o la ocultamos; y no siempre la buscamos con el ardor que, como científicos sociales, deberíamos buscarla. Lo que, claro, no deja libre de culpa a los demás. Pero esto no debe entenderse como una llamada al relativismo: el que uno no puede proclamar que tiene la verdad en sus proposiciones económicas, no implica que no haya más o menos verdad en ellas.
muy interesante las ideas que obtienes de Stuart Birks, estoy totalmente de acuerdo con la teoria de juego de poker, en que hay estrategias ocultas y lo que cuentan son las palabras que hacen «embellecer» las cosas.
muy interesante, gracias por compartirlo