Hace unos años, en el auge de los noventa, un amigo mío, que estaba haciendo entonces un Programa en el IESE, me contó que había trabajado en una empresa de isntalación de ascensores; que había dejado la empresa y había montado otra de reparación de ascensores, que le había ido muy bien, de modo que la había vendido a una multinacional norteamericana y había empezado a montar otra empresa.
Con los criterios de la prensa de estos días, lo que había hecho mi amigo habría sido un desastre: ¡perder una empresa nacional, para venderla al capital extranjero! ¡Y encima, a los americanos! Bueno, eso es lo que estamos diciendo ahora a propósito de la nacionalización de YPF por el gobierno argentino. «España pierde poder en la liga de las empresas más grandes del mundo», dice un periódico económico. Maticemos esto. Aunque, desde luego, no es lo mismo vender tu empresa y cobrar en cash, que que te la expropien y pasarte diez años pleiteando para que te paguen el precio justo.
Repsol YPF era una gran empresa multinacional, con muchos accionistas. Lo que hagan los no españoles no me importa ahora. Sí que me parece importante lo que hagan los de aquí. Si dedican los ingresos (cuando los tengan, claro) a comprar otro negocio fuera, simplemente habremos cambiado una inversión en Argentina por otra en no sé qué país: no habrá cambiado nada (salvo la pérdida, si el precio que cobran es demasiado bajo, y el consiguiente quebranto para el fisco). Si dedican los ingresos a montar un negocio en España, habremos recibido una inversión extranjera, lo que no nos vendrá nada mal. Es verdad que ahora no hay muchos negocios atractivos aquí, pero… ahí está la capacidad de nuestros emprendedores de proponerles una buena inversión alternativa a la de YPF.
Nos quedamos fuera de la «liga de las empresas más grandes del mundo». Aparte de nuestro orgullo herido, ¿qué quiere decir eso? ¡Oh, claro que habrá perdedores! Nuestros medios de comunicación, que parece que están sitiendo como una gran pérdida nuestra caída en el ranking. Nuestros políticos, por la misma razón, y porque pierden una gran empresa, a la que siempre pueden pedirle un favor. Nuestras ONGs, porque Repsol tendrá ahora menos fondos para sostener nuestro tercer sector. O sea: la desmembración de Repsol YPF produce un quebranto a la economía española, pero no será muy grande, sobre todo si hacemos un buen uso del dinero que hayamos cobrado (no yo, desde luego, porque no soy accionista de Repsol), como hizo mi amigo el de los ascensores. Pero lo de la liga de grandes empresas… no vale la pena llorar por ello.