A través del blog de Greg Mankiw llego al conocimiento de un simpático recuerdo de Allen R. Sanderson sobre Milton Friedman, que este año habría cumplido su centenario (aquí, en inglés). Siempre he sido un fan de Friedman, al menos desde que, hace ya unos cuantos años, cuando estaba preparando mi tesis doctoral sobre la inflación en España, mi colega Juan José Toribio me recomendó la lectura de un par de conferencias que Friedman había dado sobre el tema en Bombay, India. Las leí y quedé convencido: la inflación es un fenómeno monetario; no existe la inflación de costes, ni la inflación estructural, ni todo aquello que yo había intentado entender durante años. Y poco después leí un artículo de Friedman y Stigler sobre el control de alquileres, que me convenció también plenamente: el control de precios lleva al desequilibrio en el mercado, es ineficiente, no resuelve el problema, lo agrava, e invita a nuevas intervenciones del gobierno. ¡Si hubiésemos aprendido todo esto a tiempo!
El breve artículo de Sanderson recoge testimonios de alumnos y colegas de Friedman, que reflejan su categoría profesional y humana. Ahora está de moda criticar a Friedman por su defensa de la maximización del beneficio; probablemente, cuando él sostenía esto, hace más de medio siglo, no teníamos ideas muy claras sobre esto. En todo caso, Friedman era un liberal, y por ello le tuve siempre simpatía. Sanderson recuerda en el artículo algunas frases lapidarias suyas, que deberíamos reconsiderar con frecuencia. He aquí algunas:
- La concentración de poder no resulta inocua por las buenas intenciones de los que la crean.
- La historia sugiere que el capitalismo es una condición necesaria para la libertad política. Claramente, no es una condición suficiente.
- Con algunas excepciones notables, los hombres de negocios favorecen la libre empresa en general, pero se oponen a ella cuando se refiere a ellos mismos.
- Si el gobierno federal se hiciese cargo del desierto del Sahara, en cinco años habría una escasez de arena.
- Solo una crisis, real o percibida, produce cambios reales. Cuando la crisis tiene lugar, las acciones que se emprenden dependen de las ideas que flotan alrededor.