John Kay publica en el Financial Times de hoy sobre «El dogma de la ‘credibilidad’ pone en peligro la estabilidad» (aquí, en inglés). Lo que dice viene muy bien para las políticas económicas que estamos poniendo en práctica.
Kay hace notar que la credibilidad se ha convertido en un dogma de la teoría económica moderna: si una política no es creíble, fracasará y, probablemente, tendrá consecuencias desastrosas para el país. Por ejemplo, si los españoles o los griegos anunciamos recortes fiscales y los mercados consideran que no son creíbles, no podrán prosperar. Hace falta intensificar la credibilidad.
Pero Kay hace notar que «los argumentos basados en la fe no se pueden refutar: si la magia falla, es porque no creemos suficientemente en la magia; si la credibilidad no proporciona el resultado deseado, es porque falta compromiso«. O sea que, si no nos creen, bueno,… no nos queda otro remedio que jurar por la más sagrado y seguir haciendo esfuerzos para que nos crean.
Ahora bien, Kay señala también que «las expectativas no suelen formarse a partir de la información potencialmente disponible. Los participantes más sofisticados en los mercados basan sus pronósticos no sobre una comprensión detallada de las finanzas públicas futuras, sino sobre la sabiduria convencial y sobre lo que leen en el Financial Times o lo que ven en la CNBC. Y la gente ordinaria forma sus expectativas a partir de los que dice Fox News [una cadena conservadora norteamericana muy popular] o los tabloides». O sea, intentar hacer creíbles las políticas (de los gobiernos o de las empresas), cuando la gente que las escucha o las lee tienen una información incompleta, sesgada y simplista, está condenado al fracaso. Y Kay concluye que pone en peligro la estabilidad macroeconómica, e incluso la democracia.
Bien, y ahora, ¿qué hacemos? A mis años, me he convertido en un admirador de las relaciones públicas (¡quién me lo iba a decir!). Ya he contado otras veces la importancia de hacer pedagogía, de contar las cosas, de explicarlas, de repetirlas,… Si los anuncios son útiles (más o menos) para vender helados o pantallas de plasma, ¿por qué no lo intentamos con las reformas y los planes para reducir el déficit público? Sin inventar, claro: hay que hacer las reformas y reducir los déficits, pero también hay que explicarlo. Y bien.
Muy bueno el artículo. La comunicación política (o el Marketing Político como le llaman) ayuda a que las campañas salgan adelante entregandole la fuerza que podría faltarle por medio de la credibilidad. Soy licenciado en relaciones públicas y veo, en mi país Argentina, como esto tiene un impulso cada vez mayor.
Un saludo!