Paul Krugman publica en su blog del New York Times una breve entrada sobre «¿Fue buena la codicia?» (aquí, en inglés). Su tesis es: cuando Gordon Gekko, el protagonista de Wall Street, empezó a actuar con su estilo agresivo y codicioso, reanimó la economía, cambió los hábitos de la gente y produjo un formidable impulso económico, que Krugman muestra con gráficos. Antes, dice, el estilo de los negocios era lento, improductivo y no competitivo. Por tanto, la codicia fue buena.
Krugman reconoce que fue buena para algunos, no para todos, porque la distribución de la renta fue desigual. La aclaración vale la pena, porque la manera de pensar de algunos economistas es muy sencilla: la calidad de una decisión se mide por el crecimiento del producto interior bruto; todo lo demás es irrelevante. Claro que con ello omite otros elementos, como la justicia, pero eso no cuenta si, previamente, hemos definido lo bueno como lo que contribuye al crecimiento del ingreso agregado. En términos de la ética utilitarista, el mayor bien (solo económico) para el mayor número (para la suma de todos, no para cada uno).
Y, sobre todo, omite un hecho importante: la gente aprende con sus acciones, y lo que era una conducta razonable y productiva en el corto plazo, puede ser inconveniente en el largo plazo. Lo que la codicia de unos cuantos produjo, en los años recientes, fue un ambiente socialmente favorable a la codicia (¿todavía no te han hecho rico? ¿A qué esperas?), que generalizó esas conductas y acabó provocando la burbuja inmobiliaria, la pérdida de la prudencia en las entidades financieras, el abandono de los deberes de los reguladores y un ambiente de que «todo es posible», o mejor, «todo es fácil». No pretendo decir que eso es lo que provocó la crisis reciente, pero, sin duda, debe tener algo que ver. Porque, y esto es también importante, esas personas codiciosas fueron desmantelando las barreras institucionales que había creado la sociedad para prevenir los efectos negativos de las conductas inmorales. Y, claro, esto no se notó en el corto plazo, pero sí en el largo.
La codicia desmesurada no creo que colabore realmente al incremento del PIB de un país o la facturación de una empresa, sino que favorece comportamientos fuera de control.
Me viene a la cabeza una frase que leí hace tiempo (ignoro el autor).
¿Porqué llamamos chanchullos a nuestros pequeños trapicheos y corrupción a los de los demás?.
Un saludo.