En el Comentario del mes de mayo de la Cátedra «la Caixa» de Responsabilidad Social de la Empresa y Gobierno Corporativo hablo de «La dimensión pública de la Responsabilidad Social de la Empresa» (aquí). Es un tema al que ya me he referido otras veces: en el fondo, vuelvo sobre la cuestión de cuál es el papel de la empresa en la sociedad.
Recojo en ese breve Comentario una reflexión sobre algo que me encontré en un reciente viaje a Santiago de Chile. En un país que, pese a su desarrollo y dinamismo, no todos los servicios públicos están suficientemente atendidos, surge naturalmente la cuestión de qué responsabilidad tiene la empresa sobre, por ejemplo, la dotación de infraestructuras en la zona en que trabaja, la creación de escuelas para los hijos de sus empleados o la construcción de viviendas para esos trabajadores. Lo que propongo en el Comentario es actuar como en el método del caso: ampliar la lista de alternativas que se abren ante nuestros problemas, ampliar nuestra manera de pensar (los problemas de nuestra sociedad no nos son ajenos, como personas o como empresas) e incluir nuestra responsabilidad en la manera de actuar de otros, empezando por los gobiernos y siguiendo por otras empresas, también nuestros competidores; las asociaciones empresariales, etc.
Esa es la dimensión pública de la Responsabilidad Social. Nada nuevo, claro: la lista de nuestras responsabilidades, de todos nosotros, no está cerrada.