La información es importante. Ya lo sabemos. Pero en medio de una crisis es más importante aún. Una información clara, completa (completa he dicho), transparente y creíble. Hace años, en 1989, en una conferencia internacional de la European Business Ethics Network (EBEN) en el IESE, un directivo de Electricité de France contó la historia de un incendio en un transformador. Ocurrió unos meses después de una fuga de gases tóxicos en Seveso, Italia, que había provocado gran revuelo, y en el incendio de Francia se podían haber desprendido gases de ese tipo. La nota de prensa de la empresa fue cuidadosamente redactada, para no asustar a la población y quitarse las culpas de encima. La prensa los persiguió a muerte durante muchos días. La dirección de EDF sacó una conclusión de ese incidente: informar siempre con claridad.
Pocas semanas después ocurrió otro incendio, peor incluso que el anterior. La nota de la empresa fue contundente, explicando todo lo que sabían, todo lo que podía ocurrir y sin esconder su responsabilidad. En un par de días, la noticia pasó a ocupar un espacio mínimo en la prensa: ante una empresa que dice la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad (o, al menos, que parece que es eso lo que dice), no hay nada que objetar.
Moraleja: el gobierno y las empresas deberían aprender de ese ejemplo, y de otros muchos.