En medio de la confusión que nos confunde (y valga la redundancia), es bueno leer un texto, breve pero claro, sobre por qué hay alternativas mejores para Grecia que la salida del euro, y que, además, nos dan ideas para nosotros mismos. Avinas Persaud escribe sobre el tema en VoxEU (aquí, en inglés).
Persaud empieza preguntándose si el problema es que los griegos tienen salarios demasiado altos, pagan pocos impuestos y tienen un estado del bienestar demasiado favorable y, sobre todo, si estos problemas se resolverían saliendo del euro y devaluando la dracma. Su respuesta es, obviamente, no: la devaluación sería una solución transitoria, una bocanada de aire fresco, para volver inmediatamente a los problemas anteriores. Persaud recuerda que la dracma se devaluó un 14% antes de entrar en el euro, y que esto no sirvió para solucionar sus problemas. Y basta contemplar la situación de Argentina ahora para darse cuenta de que la devaluación de 2002 no fue la solución de sus problemas, aunque en estos años el país haya creciendo fuertemente.
Si la solución está, pues, en el cambio de instituciones e incentivos y en las reformas estructurales, la pregunta relevante es: ¿ayuda la devaluación a llevar esas reformas a cabo? Y la respuesta de Persaud es: no, precisamente porque aflojan la presión sobre el gobierno, los ciudadanos, los sindicatos y las instituciones griegas. Luego se pregunta: ¿sería preferible reconcoer la insolvencia de Grecia? Y su respuesta vuelve a ser negativa.
Y entonces se pregunta: si lo que necesita Grecia es cambiar sus instituciones y sus reglas del juego, ¿no sería mejor mantenerla dentro del euro y evitar su quiebra o, al menos, hacerla lo menos traumática posible? Y concluye que sí (y ofrece alguna solución, como convertir toda la deuda griega en deuda a 20 años, en euros, con un interés del 0,5% anual, lo que mantendría el valor de la deuda y dejaría abierta la posibilidad de su pago futuro).
No quiero entrar a discutir las virtudes o los defectos de ese plan. Simplemente quiero señalar que siempre hay otras soluciones posibles a los problemas. Claro que lo que propone Persaud impondría costes en los inversores que prestaron a Grecia (¿no se les ocurrió pensar que podía ser insolvente?). Pero Persaud acaba su artículo recordando que «las reparaciones económicas impuestos a los países perdedores forman parte de la historia europea de los últimos 2.000 años. Si el euro va a tener algún futuro, esa manera primitiva de actuar debería limitarse a los campos de fútbol».
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