La Brookings Institution es un potente think tank norteamericano, nada mojigato, en la línea que en Europa llamaríamos socialista o socialdemócrata. Me gustó encontrar en su blog una entrada de Isabel V. Sawhill titulada «Veinte años después, resulta que Dan Quayle tenía razón sobre el asunto de Murphy Brown y las madres solteras» (aquí, en inglés).
Murphy Brown era un personaje de ficción en una serie de televisión, una mujer en los 40 y pico, divorciada. Dan Quayle era el Vicepresidente de los Estados Unidos que, en plena campaña electoral, pronunció una conferencia el 19 de mayo de 1992 en el Commonwealth Club de California. Quayle criticó la decisión del personaje de Murphy Brown de tener un hijo sin estar casada. «Tener hijos irresponsablemente es simplemente algo erróneo. Dejar de sostener a los hijos que uno ha tenido es incorrecto. Debemos ser claros sobre esto. Que en un programa de televisión de gran audiencia, Murphy Brown, que se supone que es una mujer inteligente y una profesional bien pagada, ridiculice la importancia del padre al decidirse a criar a un hijo sola, llamando a esto simplemente otro estilo de vida, no ayuda».
Como era de esperar, Quayle se ganó un buen número de críticas, empezando por la de Candice Bergen, la actriz que representaba a Brown en la televisión: «Quizás va siendo hora, dijo, que nuestro vicepresidente amplíe su definición y reconozca que hay muchos tipos de familia, por elección o por circunstancias».
Isabel Sawhill recuerda aquel incidente veinte años después: «las palabras de Quayle son más proféticas que controvertidas», dice. Señala el crecimiento del número de hijos fuera del matrimonio (más de la mitad, entre las mujeres de menos de 30 años en Estados Unidos). Y recuerda que algunos dicen que esos cambios son poco significativos: al fin y al cabo, muchos niños tienen alguien que cohabita con su madre y hace las veces de padre. Pero Sawhill dice que no es lo mismo, por tres razones. La cohabitación no es un compromiso; el matrimonio sí lo es, aunque se rompa. El matrimonio es bueno para los hijos, en términos de salud física y mental, medios económicos, educación, propensión al crimen o a las drogas, etc. (y menciona estudios que ella misma ha hecho sobre este tema). Y el matrimonio aporta beneficios económicos que la madre sola no tendrá, o que deberá cubrir con ayudas públicas, que son caras para la sociedad y que son una forma de crear dependencia (una madre soltera que vive del presupuesto público no tendrá incentivos a volver a encontrar una pareja).
«En última instancia, concluye Sawhill, Quayle tenía razón. Y a menos que los medios de comunicación, los padres y otros líderes influyentes presenten el matrimonio como el mejor entorno para criar a los hijos, la nueva tendencia se convertirá en irreversible». Y será una pérdida social.
Yo creo en el compromiso y , por tanto, en el matrimonio. Considero que la familia como núcleo y raíz de la sociedad es incuestionable, y los sucedáneos de moda, en general, chapuzas que pagan los descendientes y a la postre toda la sociedad.
El que dude que mire los problemas de los niños abandonados, de padres separados o madres solteras; esos son datos y no opiniones ni demagogia.
Antonio, creo que pones el dedo en la llaga, es verdad que los gobiernos por no ser impopulares van dejando que la bola de nieve crezca.
Nos conviene a todos que el matrimonio sea una institución cuidada, sólida, donde los nuevos ciudadanos se formen y mantengan el ciclo. Para que el sistema educativo, de salud y el fiscal funcionen bien la familia es fundamental.
Gracias por tu comentarios, me gustaría más de éste tema.
«Y el matrimonio aporta beneficios económicos que la madre sola no tendrá, o que deberá cubrir con ayudas públicas, que son caras para la sociedad y que son una forma de crear dependencia (una madre soltera que vive del presupuesto público no tendrá incentivos a volver a encontrar una pareja).»
Interesante linea argumental. Podría interpretarse que dar ayudas a niños de madres solteras (recuerdo que las ayudas son para los niños) es negativo porque previene que las mujeres se casen con hombres por dinero. Es decir, es mejor la dependencia de un hombre al que no quieres que la dependencia del Estado.
Personalmente me parece un argumento triste y moralmente aberrante. Entre otras cosas parece asumir dos premisas: 1) que el cuidado de los hijos es responsabilidad de las mujeres y 2) que es socialmente aceptable que una mujer dependa económicamente de un hombre.
Por otra parte se da cierta versión sesgada, pues aunque «el matrimonio que funciona» fuera bueno para los hijos en comparación con la soltería, es evidente que «el matrimonio que no funciona» (malos tratos, conflictividad familiar, alcoholismo) es más perjudicial que el divorcio.
Como dato de interés el porcentaje de divorcios en mujeres marroquíes migrantes en España aumenta tras trasladarse a España. Algunos análisis sugieren que la independencia económica de estas mujeres (que tras la crisis inmobiliaria son a veces las únicas con un salario en la familia) hace que den el paso de dejar a unos maridos con los que no quieren estar (en algunos casos con sobradas razones).
Gracias por le comentario, pero me gustaría aclarar algunas cosas.
Yo no digo que las madres solteras se casen o se deban casar por dinero, sino que, precisamente por dinero, porque les pagan por no formar una familia, no buscarán un padre para sus hijos, que es algo muy diferente. Sobre eso escribí en este blog hace unos meses, a raíz de la experiencia que pude observar en Irlanda: madres que no intentan encontrar una pareja estable ni un empleo, porque perderían sus ingresos procedentes del presupuesto público, que se convierte en un derecho, de modo que lo que era una solución para las dificultades económicas de esas mujeres y sus hijos se convierte en un modus vivendi (como el de los que aquí viven del desempleo). Y, obviamente, hijos (sobre todo hijas) que aprenden el modelo de sus madres: no las han visto trabajar nunca, no han tenido una educación (¿para qué estudiar, si su madre vive la mar de bien y le dice que eso es lo que ella ha de hacer?), han visto que su madre cambiaba de pareja continuamente (por las razones económicas señaladas),…
Tampoco digo que el cuidado de los hijos corresponda solo a las madres; lo que digo es que los incentivos económicos que acabo de mencionar son perversos, tanto para las madres como para los padres.
Y tampoco digo que deba ser socialmente aceptable que una mujer deba depender de un hombre. Los argumentos de mi entrada se refieren a la familia estable, padre más madre más hijos, donde no tiene por qué haber una dependencia de nadie respecto de nadie.
Y tampoco digo que el matrimonio que no funciona es mejor que la separación. Me remito a los argumentos de Isabel Sawhill: empíricamente se comprueba que las familias estables ofrecen resultados mucho mejores en ciertos aspectos que las familias uniparentales o las parejas de hecho. No me invento nada; y la Sawhill no me parece, como digo en mi entrada, una señora mojigata, sino una buena investigadora social. En cada caso, los implicados deben decidir seguir una relación tormentosa o romperla; lo que Sawhill critica, y ya lo hizo Quayle, es reducir el matrimonio estable a una opción de vida, sin consecuencias. Porque las tiene, al menos para los hijos.
En resumen, la Sawhill aprovecha el aniversario del discurso o conferencia de Quayle para hacer notar que él tenía razón, al menos con los argumentos (empíricos y parciales, pero reales) que ella utiliza en sus estudios. Y tenía razón al menos en un sentido: que el matrimonio estable no es una opción de vida similar a las otras (en el caso de Quayle, a tener un hijo fuera de una familia estable), como si esto fuese irrelevante, porque lo es, al menos para el hijo.