Ayer, en una Conferencia a la que asistí en la Universidad de Dayton, en Estados Unidos, oí contar una anécdota de Steve Jobs que me llamó la atención. Parece que Jobs, cuando estaba discutiendo con su familia cómo debía ser la lavadora que iban a comprar (me parece que en la década de los setenta), se preguntaba cómo afectaría esa decisión a los valores de la familia. Porque -y eso es lo que el conferenciante, William Sullivan, quería transmitirnos- la tecnología cambia nuestros valores.
Lo que Jobs tenía en la cabeza eran consideraciones del tipo de´qué importancia debía dar la familia (su esposa, sobre todo) a cuestiones como la velocidad del lavado frente a la suavidad con que la máquina trataría a los tejidos. Lo que me llamó la atención era que lo que a Jobs le importaban no eran las «consecuencias» posibles o probables de su decisión (ahorro de tiempo, deterioro de la ropa), sino las consecuencias sobre los valores de la familia. O sea, no era el ahorro de tiempo, sino cómo valoraba su familia ese tiempo, etc. Y pensaba que algo mejor nos irían las cosas si, al pensar en las consecuencias de nuestras decisiones, las enfocásemos de ese modo, como consecuencias sobre lo que valoramos y cómo lo valoramos.
Estoy de acuerdo y lo hago extensivo a como hemos entendido esta utopia, para no llamarla falacia, denominado estado del bienestar. No solo ha supuesto esto, una mejora del bienestar, sino que ha cambiado los valores clásicos del trabajo, esfuerzo , mejora, productividad y muchos otros, que nos están haciendo replantear nuestro modelo social. Que lastima!
Antonio, gracias. ¡Qué bien que tengas blog y podamos aprender de tus reflexiones!