- La economía, porque la extracción de carbón no es rentable. Y lo paga, en buena parte, el consumidor de electricidad. Y, el resto, lo pagamos todos con nuestros impuestos.
- El medio ambiente, porque contamina mucho más de lo aceptable.
- Y el futuro, porque el carbón no tiene futuro.
Hubo, en su día, un argumento para sostener la minería del carbón: la falta de alternativas para el sostenimiento de unos comarcas que se estaban quedando fuera del circuito económico ordinario. Según el autor de ese blog, España lleva ya invertidos 24.000 millones de euros en esa iniciativa, desde los años noventa, algo que no tiene sentido, sobre todo si tenemos en cuenta que los mineros se jubilan, por lo general, antes de los 49 años, con generosas pensiones.
Este es un caso más de una medida transitoria que se convierte en indefinida, creando dependencia no ya de unos cuantos trabajadores, sino de comunidades enteras (porque el puesto de trabajo, ineficiente como es, pasa de padres a hijos), a costa de los demás ciudadanos.
Como explica el autor, «hacer barricadas en las carreteras puede parecer una defensa aguerrida de los puestos de trabajo frente a un gobierno insensible». Si usted piensa así, vuelva a pensarlo. Esto es lo que, en economía, se llama la creación de rentas, cargando el coste sobre los demás -una variante del «¿qué hay de lo mío?». En una crisis como la que vivimos, cuando los ciudadanos se están quedando masivamente en el paro y los servicios sociales se van reduciendo, ya va siendo hora de plantear estos temas con toda su crudeza.