Mi colega Juan José Toribio me contó un chiste que estaba colgado, hace muchos años, en la puerta de un seminario en la Universidad de Chicago. Los alumnos están en un examen; uno se mesa los cabellos, otro chupa el lápiz, otro mira al techo… y el profesor, paseando entre ellos, les dice: «No se queden ahí, parados: maximicen algo».
Buen consejo para los empresarios (y sus empleados) hoy. No para que maximicen algo, sino para que no se queden parados. Es el consejo que da un consultor francés, Emmanuel Bonnet, en la web de Insead Knowledge (aquí). «Más que contar con que el gobierno vaya a emprender acciones para el crecimiento con el dinero de los contribuyentes, la responsabilidad de cada empleado es pensar, ser positivo y mirar hacia el futuro con esperanza. Si conseguimos esto, ya habremos logrado el 50% del éxito».
Bonnet traduce esto en un consejo a las empresas pequeñas y medianas francesas, comparando sus fortalezas y debilidades con las alemanas: estas tienen una preocupación constante por crecer y por tomar el futuro en sus manos, mientras que las francesas están menos especializadas y menos comprometidas con el crecimiento.
Vale, de acuerdo: ya sé que el lector me dirá que aquí no crece la demanda, que la incertidumbre es mucha, que no hay crédito… Pero, ¿cuál es, de verdad, lo que hace fuerte a las empresas pequeñas y medianas españolas?
Buenas noches, es cierto la actitud es clave para cualquier actividad humana. Una actitud practica, pro activa, imaginativa, con confianza y segura,de mejora y sobre todo ilusionada por el futuro. Pero en estos tiempos encuentro en falta la existencia de planes, de estrategias meditadas y creíbles.
Así que debemos mejorar y apostar por una actitud positiva frente a la crisis, pero nos falta encontrar ese plan que nos catapulte hacia el futuro.
Como decía Seneca, si no conocemos nuestro destino, nunca los vientos soplaran a nuestro favor.
Sí señor.
El aspecto más difícil de esta transformación radica en el proceso de abandono progresivo del anterior modelo de negocio sin sacrificarlo prematuramente a la vez que se apuesta por lo nuevo con agilidad.
Con el agravante de una crisis económica, social y financiera sin precedentes y sin recursos económicos en las empresas de los que tirar.
En un momento así ¿cómo podemos permitirnos semejante transición?
La respuesta es ¿cómo podemos permitirnos no realizarla?
El coste creciente de apuntalar lo antiguo es muy elevado en comparación con el coste de lo nuevo. Además lo obsoleto va a proporcionar muy pocas oportunidades y lo nuevo genera toda suerte de potencialidades para la empresa y las personas dispuestas.