El Comentario de la Cátedra «la Caixa» de Responsabilidad Social de la Empresa y Gobierno Corporativo del IESE correspondiente al mes de junio lo titulé «Nuevas maneras de poner en práctica la Responsabilidad Social» (aquí). La idea me vino a la cabeza con motivo de un seminario en Lisboa, hace unos días, sobre la lucha contra la corrupción de las empresas (del que hablé aquí y aquí). En esa batalla, la colaboración entre empresas, administraciones públicas y tercer sector es cada vez más frecuente, porque los problemas que se presentan no admiten soluciones fáciles mediante la multiplicación de las leyes, prohibiciones, sanciones y controles.
Por eso es importante que las empresas tengan sus programas de Responsabilidad Social, y los aireen, y se comprometan con ellos, hasta el punto de permitir a las autoridades apoyarse en esos programas voluntarios para conseguir objetivos de carácter social. Esos programas se basan en los valores compartidos dentro de la organización, por tanto no son algo impuesto desde fuera, ni siquiera como unas reglas «sugeridas» por la administración (o por el benchmarking de otras empresas). Y esas formas de lucha contra la corrupción llegan incluso al nombramiento desde fuera de unos supervisores que trabajan en la empresa, son pagados por ella, buscan resultados en ella pero, en definitiva, están al servicio de algo que interesa a toda la sociedad.
No me acaba la convencer la idea de tener un supervisor externo, pero ahì hay posibilidades muy buenas para la cooperación de todos (propietarios, directivos, empleados, clientes, proveedores, comunidad local, ONGs,…) en los planes de Responsabilidad Social.