Después de escribir ayer sobre los jóvenes japoneses, leo hoy un artículo de Gerrit Wiesmann sobre los alemanes (aquí, en el Financial Times). Es sobre el sistema de formación de los aprendices en la industria alemana. Estrictamente hablando, no trata del futuro, sino del pasado y el presente, pero augura un buen futuro (aunque, claro, el periodista no puede dejar de introducir la nota crítica, y se pregunta, al final del artículo si el deterioro en la formación de los estudiantes de primaria y secundaria no pondrá en peligro el sistema).
Una idea que se repite una vez y otra en el artículo es la de que el modelo es difícil de copiar en otros entornos. Y es verdad. Aquí me fijaré solo en un aspecto: la actitud de las empresas. El modelo alemán se basa en la colaboración de las empresas con los centros de formación y en la supervisión de las Cámaras de Comercio. Esto significa ganas de ayudar, por un lado, y cierta renuncia a sacar provecho inmediato. O sea, una forma de cooperar en el bien común.
Recuerdo -y hace ya bastantes años de esto- que, hablando con directivos de empresas de la construcción, uno me dijo que no tenía interés en formar a sus empleados, porque luego venía otra empresa y se los llevaba. Me pareció una respuesta típica de este país: que otros hagan el esfuerzo y yo me lleve el fruto. Formar empleados significa crear una externalidad positiva: llevar a cabo algo cuyos beneficios van más allá del que pone el esfuerzo y el dinero (lo contrario del que contamina y carga sobre otros los costes de sus acciones). Entiendo que uno no quiera «hacer el primo» y gastar su dinero en formar a trabajadores que se pueden marchar a otra empresa. Pero alguien tiene que hacerlo, ¿no? ¿El sistema educativo? Lo que el modelo alemán muestra es que eso no basta, si no hay una colaboración activa (y generosa!) de las empresas. Un aprendiz no se forma solo en las aulas.
Moraleja: vayamos pensando cómo crear un sistema colectivo de colaboración entre empresas, gobiernos, sindicatos, centros de formación, asociaciones empresariales y profesionales, Cámaras de Comercio, etc., para promover un sistema de formación de aprendices que pueda funcionar en España. No hace falta copiar el modelo alemán, aunque puede servir de inspiración. Añadiría dos detalles. Uno: no debe basarse en la subvención pública; eso no puede funcionar ahora. Dos: debe basarse en la colaboración de las empresas, lo que significa que debe haber asociaciones empresariales, sectoriales o no, en que la pregunta que se hagan las empresas que participan sea: ¿cuánto ganamos todos con esto? y no ¿cuánto gano yo con esto?
Me parece muy bien que el tema de la reforma de la formación laboral esté cobrando importancia. Esperemos que los monstruos burocráticos no impidan los cambios necesarios ya que podría significar un alivio al paro juvenil al menos a mediano plazo. Colaboro en un blog que informa a españoles acerca de oportunidades laborales en Alemania, y descubrí, investigando el tema, que organizaciones alemana se están llevando a jóvenes a formarse allá. Esperemos que les sea valiosa la experiencia. Un saludo!