Espinoso tema el de cómo ayudar a las personas que pierden su empleo, que se ha animado (algo raro en plenas vacaciones de verano) a propósito de los planes del gobierno de retirar las ayudas a los parados que hayan perdido del derecho a su prestación. Explicarlo todo me parece que daría lugar a un grueso manual, de modo que me limitaré a unos cuantos detalles.
- El seguro de desempleo no es (solo) pagar a los vagos. Es verdad que uno puede «dejar de trabajar» para vivir de la sopa boba, pero hay muchas situaciones en las cuales uno pierde su trabajo sin culpa. Para estas situaciones está el seguro de desempleo: para no condenar al hambre a los que pierden su trabajo, y para mantener un nivel de consumo satisfactorio en una recesión. Y esto interesa a todos, no solo al parado y a su familia.
- Dicho esto me viene a la memoria lo que me comentaba un director de personal, en los años del boom económico: chicos jóvenes que empezaban su entrevista de trabajo preguntando: ¿cuántos meses he de trabajar para tener derecho al paro? O sea, que consideraban la prestación por desempleo como un derecho, no para cuando uno perdiese sin culpa suya el puesto de trabajo, sino para tomarse unas vacaciones pagadas por la seguridad social. Esto nos remite a lo que puede ser el problema principal del seguro de desempleo: el incentivo a emplearlo contra su objetivo principal.
- Ese problema (el riesgo moral) supone una ineficiencia, un coste económico que carga sobre todos los empleados -con la connivencia de las empresas, que, de buen grado o por presiones del empleado, convierten una baja voluntaria en un despido improcedente para dar lugar a la prestación por desempleo. Y es, por tanto, una injusticia para con los demás ciudadanos. Y ahora el lector puede inventarse los argumentos que quiera para justificarlo: todos lo hacen (y, por tanto, tonto el que no lo haga), pues yo vengo pagando desde hace años y ya va siendo hora de que reciba algo, es solo una situación transitoria hasta que tenga derecho a la pensión, también se aprovechan las empresas de la posibilidad de mandar a los trabajadores al paro,…
- Hay más problemas. Un generoso seguro de desempleo mantiene a los parados fuera del mercado de trabajo durante mucho tiempo, contribuyendo a mantener los salarios altos y reduciendo la flexibilidad laboral y la eficiencia económica.
- O sea, hay motivos para tener un seguro de desempleo, y hay motivos para que no sea demasiado generoso y para que anime a los empleados a volver pronto al mercado.
- Sabemos cómo diseñar un seguro de desempleo justo y eficiente, que cumpla su función protectora del parado y de su familia, y que cumpla también la función ordenadora del mercado de trabajo. Los países nórdicos tienen sistemas que se aproximan razonablemente a ese ideal.
- Esos sistemas no son independientes de las restantes instituciones del mercado laboral. El seguro de desempleo no puede pensarse con independencia de la variedad de contratos, las condiciones de despido y readmisión, la fijación de salarios, la flexibilidad de estos, etc. O sea, el sistema ideal de seguro de desempleo forma parte de un conjunto de condiciones también ideales en las otras dimensioines del mercado. Lo que resulta ideal no es el seguro de desempleo, sino el conjunto, desde el día en que un chico joven se pone a estudiar con vistas a una vida profesional provechosa para él y para la sociedad, hasta que acaba la vida del jubilado después de una vejez satisfactoria. Todo está interrelacionado. Y si el sistema no funciona bien, un buen seguro de desempleo puede ser un mal apaño. Por ejemplo, si las condiciones de contratación y despido dificultan la creación de puestos de trabajo, entonces el seguro de desempleo no cumplirá su función, sea porque no protege suficientemente a los parados que no pueden encontrar pronto un nuevo empleo, sea porque los protege demasiado, y alarga innecesariamente el momento de su regreso al mercado de trabajo.
- Y todo esto se presta a manipulaciones de todo tipo, como vemos en nuestro país.
- El seguro de desempleo es un sistema de protección profesional: lo pagan los trabajadores y cubre a los trabajadores. Es como el seguro del automóvil: lo pagan los conductores y lo cobran los conductores accidentados.
- El subsidio no es un seguro profesional. Trata de evitar que haya ciudadanos que queden por debajo de niveles de ingresos claramente insuficientes. A eso van dirigidos los 400 euros objeto de debate estos días en España. Se trata de una renta mínima, independiente del salario que tuvo el interesado cuando trabajaba y, por tanto, de la prestación por desempleo, mientras la tuvo.
- El problema de las prestaciones sustitutivas no es diferente del del seguro de desempleo. Si no son suficientemente generosas, el perjuicio económico (y humano, y psicológico, y social) para el interesado y para su familia (y para toda la sociedad) es excesivo, sobre todo si no tiene posibilidades de acceder pronto a un nuevo puesto de trabajo. Y si son demasiado generosas, mantienen aquella situación, ineficiente e injusta, que lleva a vivir de la caridad oficial.
- Por tanto, hay también medios racionales para diseñar una buena combinación de seguro y subsidio que, dentro de un diseño racional del mercado de trabajo y de sus instituciones y reglas, permita maximizar los beneficios y minimizar los costes. Pero, insisto, todo esto ha de ser planteado dentro de un conjunto amplio de reformas, sobre todo laborales.
- Entiendo la prisa del gobierno por retirar el subsidio, por razones de eficiencia y de justicia, pero también por la falta de recursos fiscales. Pero, probablemente, este tipo de medidas debe plantearse de manera progresiva en el tiempo, tras una explicación clara, y presentándolas dentro del plan de una reforma laboral, que ya se inició, pero que sígue necesitando de nuevos pasos. Y este es uno de ellos.
Me llama la atención el adjetivo ‘generoso’ para referirse al seguro por desempleo, y que esta sea la causa de la desincentivación del parado para buscar trabajo. ¿a partir de que cifra dejaría de ser ‘generoso’ y sería ‘justo’?
Yo creo más bien que la desincentivación se debe en ocasiones a que los sueldos ofrecidos por las empresas son inferiores a lo que cobra el desempleado con la prestación. Pero de eso pocas veces se habla.
Se suele poner como ejemplo el modelo de seguro por desempeo de los países nórdicos como modelo a imitar, pero pocas veces se habla de que las empresas españolas imiten a las empresas de los países nórdicos en salarios y condiciones laborales.
Papá estado provee…
«ero, probablemente, este tipo de medidas debe plantearse de manera progresiva en el tiempo, tras una explicación clara, y presentándolas dentro del plan de una reforma laboral, que ya se inició, pero que sígue necesitando de nuevos pasos. Y este es uno de ellos.»
Parece que a los gobiernos muchas veces se les olvida que parte de su trabajo, una parte fundamental, es la labor comunicativa. Y que de ella depende, en gran medida, el éxito de sus políticas
La permisividad del ciudadano y la sociedad en su conjunto llevan siempre al mismo resultado :/ todos pagamos la fiesta de unos pocos
La visión del común de que el aprovecharse de la beneficios generados por un Estado, es como quitarle al Estado y no a todos y cada uno de los ciudadanos que han pagado sus impuestos, lo que se traduce en que nos están metiendo la mano al bolsillo de todos.
Además del punto débil mencionado, relativo a las bajas voluntarias convertidas en despido improcedente con la colaboración activa del empresario, que, por cierto, suele recuperar la indemnización, en efectivo ( generando caja b ), está la lacra de los empleados no declarados, lo que les permite trabajar mientras cobran del paro.
La pregunta es ¿por qué en este País nos cuesta más que en muchos de nuestro entorno hacer que se cumplan las leyes en temas económico fiscales ( véase la última y vergonzante ammistia fiscal camuflada ) ?.
¿Por qué la sociedad, los ciudadanos, no despreciamos a los defraudadores y tramposos, como ocurre en otras culturas, recordándoles que están robando a TODOS los demás?