Ese es el título de mi último artículo en El Periódico, el pasado jueves 13 de septiembre (aquí). Es, como siempre, una propuesta optimista. La situación de la economía española es mala, pero no desastrosa. De hecho, hacen falta esfuerzos pequeños y asequibles para salir del agujero.
Uno: el rescate de la deuda pública del país. No hace falta que nos compren toda la deuda en circulación, tarea que no es posible para los Fondos europeos; solo basta que nos ayuden a colocar la nueva deuda que debemos emitir para renover la deuda que vence y cubrir nuestro déficit actual. Y esta es una tarea asequible.
Dos: para recuperar la competitividad perdida no hace falta, como algunos proponen, reducir nuestros salarios un 50% (más aún: sería un desastre llevar a cabo esa medida, si la demanda no experimenta un crecimiento vertiginoso). Un poco de moderación salarial será suficiente para empujar nuestras exportaciones, pero tiene que ser un poco… sostenido.
Y tres: la recuperación de la actividad económica vendrá no de un gran impulso de la demanda, provocado por el gasto público, tarea que es sencillamente inviable, sino por la pequeña recuperación de la confianza en las empresas, una vez que estas toquen fondo. Porque esa confianza significará la recuperación del consumo y de la inversión: moderada, pero sostenible.