Perdón por la insistencia, pero me he convertido a la psicología de la publicidad: repite, que algo queda. Cae en mis manos una entrevista que El Economista hizo a Jaume Puig-Junoy, profesor de la Universidad Pompeu Fabra y autor de un libro titulado «¿Quién teme al copago? El papel de los precios en las decisiones sanitarias», y que fue publicada el pasado 8 de septiembre. Copia algunas frases, de utilidad para el diálogo que en este país necesitamos con urgencia, sobre el tema de la moderación del gasto público:
«Conviene acabar con la cultura de que más es mejor en sanidad. Ni más medicamentos ni más visitas a urgencias nos van a dar mejor salud». Esa cultura puede deberse, digo yo, a ignorancia, o quizás a una actitud preventiva: «por si acaso un día lo necesito, que siempre haya un médico a mi disposición y una medicina gratis en mi farmacia», aunque esto resulte demasiado caro.
«Es hora de dejar de confundir lo que debe ser un derecho universal con lo gratuito. No hay nada gratis. Todo lo pagamos de nuestro bolsillo». Aquí, de nuevo, la causa puede estar en la ignorancia («como yo no noto que pago, debe ser gratis para mí»), o también que espero que sea otro el que pague (¿los ricos?).
Su recomendación es el copago, que «no debe ser para hacer caja sino para poner orden (…) El copago debe ser de importe moderado y con un límite máximo por persona, como en Suecia (…) suficiente para eliminar el efecto de la gratuidad» (se refiere al gasto innecesario a que me refería en la entrada anterior).
Concluyo: «hasta ahora lo gratis nos ha salido muy caro».