Nadie escucha a Dilbert

La tira cómica de Dilbert hoy en Expansión me ha hecho pensar (aquí).  Dilbert y el perro están sentados en el campo. Dilbert dice: «No sé por qué las personas se enfadan cuando les menciono lo estúpidas que son. Sólo quiero ayudar. No me gusta que la gente vaya por ahí sin saber cuál es su problema. Soy como un terapeuta». El perro añade: «Si te sirve de algo, dejé de escucharte cuando salimos de casa».

Es bueno decir las cosas claras a los demás, en vez de hablar mal de ellos a sus espaldas. Es bueno, si lo haces para ayudarles a ellos. Quizás a ellos les molesta, pero tú has hecho bien: has mejorado como persona, porque has aumentado tu capacidad de hacer las cosas por los demás, para ayudarles.

Dilbert parece que actúa así. O no, porque dice que «no le gusta que la gente vaya por ahí sin saber cuál es su problema». O sea, Dilbert parece más preocupado por lo que le gusta a él que por lo que necesitan los demás. Y, si es así, es lógico que los demás se enfaden. Y que Dilbert se sienta insatisfecho.

O quizás es porque Dilbert se lo dice con malos modos, que reflejan más su mal humor (lo que no le gusta a él) que lo que necesitan los demás.