Nuestro trabajo de cada día

Jaime Vicens Vives, el historiador, murió antes de que yo llegase a su curso en la Universidad de Barcelona. Aquí traeré su memoria, reproduciendo unos párrafos de un artículo que publicó en Serra d’Or, en noviembre de 1960, poco antes de su muerte. Habla con un joven que sirga, que tira a su lado de una barca desde la orilla con una maroma: «Lo primero que le digo es que no hay recompensa ni beneficio alguno en eso de tirar y caminar: que quizás el camino que seguimos a tientas no nos llevará a ningún lugar; que su sacrificio deberá ser permanente, sobre todo si salimos al claro del bosque y vemos el norte; que quizás seremos lapidados, si no de hecho, sí de intención; y que, a pesar de todo, estoy contento de que tire conmigo y que me reconforte con sus ilusiones (…)»

«Para sirgar con nosotros -no te desentiendas de esto- lo primero que hace falta es hacerte un hombre y conocer mi mano, mi cabeza. Fortalece el corazón, rechaza el irrealismo y piensa con lógica desnuda. Te propongo que dediques tu trabajo a la comunidad; que no rehuyas, desde ahora, la responsabilidad que tendrás mañana, cuando seas el jefe; que no rechaces el espíritu de progreso ni desprecies la herencia de tus padres. Y sobre todo, que pienses en todo aquello que hemos construido y en lo que nos ha hecho grandes, más que en las cosas que nos han impuesto con disgusto, por el azar del tiempo. Con el espíritu de rencor y de venganza, propio de los esclavos, nunca serás nadie, ni tampoco lo serán los tuyos. Y así, tú serás la tierra, y la tierra será tuya».

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