Hace un tiempo que vengo tratando de este tema. La última vez ha sido en el Comentario mensual de la Cátedra «la Caixa» de Responsabilidad Social de la Empresa y Gobienro Corporativo del IESE, aparecido en septiembre, con el título de esta entrada (aquí). Distingo en él cuatro sentidos distintos de las palabras Responsabilidad Social, que podemos encontrar cuando conversamos o escribimos o leemos sobre el tema (y hay más, sin duda):
- Como respuesta de las empresas a las demandas o expectativas de los stakeholders o de la sociedad en general. Es, pues, diríamos, una actitud, una disposición, cuyo origen puede ser muy variado: moral (tengo la obligación moral de…), social (no puedo permanecer indiferente a lo que la sociedad me pide), económica (si lo hago, mejorará mi cuenta de resultados),… altruista unas veces, egoísta otras; reactiva o proactiva,…
- Como movilización de las empresas para la solución de problemas que van más allá del ámbito propio de actuación de la empresa. Se le aplica lo del párrafo anterior, del que se diferencia en que aquel iba más bien al ámbito del negocio (no contaminar, no causar daño a la comunidad local, ser leal con los clientes,…) y este va dirigido más allá del negocio (solucionar los problemas del hambre en África, que no es el campo de actuación de, por ejemplo, una cadena de supermercados en Italia).
- Como replanteamiento de la identidad, la misión y los valores de la empresa. No es distinta de las anteriores, pero es más profunda: más allá de lo que me pide o sugiere la sociedad, ¿qué soy yo? ¿Qué debo hacer?
- Y, finalmente, como un conjunto de modelos de gestión, de instrumentos, de prácticas (códigos de buena conducta, informes de sostenibilidad, directores de RS,…). De nuevo, son compatibles con todo lo anterior, pero son otra cosa: ya no se trata de actitudes, disposiciones o políticas, sino de instrumentos, que pueden usarse de muchas maneras distintas.
A veces, los que nos dedicamos a la Responsabilidad Social pedimos claridad en los nombres. Me parece muy bien, pero no lo veo muy factible, porque cada uno entiende lo que le parece mejor, y nos cuesta cambiar nuestros hábitos. De modo que nos tendremos que habituar a esta pluralidad de sentidos. Aunque, a la hora de la verdad, no es tan grande, porque podría resumirse en dos:
- La RS como responsabilidad de la empresa ante sus actuaciones, como propone una reciente definición de la Comisión Europea (ante lo he llamado actitud, disposición,…),
- Y la RS como modelo de gestión o caja de instrumentos.
usto. A lo largo de mis 15 años de experiencia bancaria puedo constatar que mi ban
Estimado Profesor Argandoña:
soy una antigua alumna suya de la Facultad de Económicas de la Universidad de Navarra. Ahí es donde conocí a mi marido. A los dos nos dió clase y podemos constatar que las mismas eran «magistrales».Vamos un autentico «lujo» para nosotros.
Si me permite voy a ser breve. Precisamente mi comentario se refiere a la «Caixa», a través de cuya Cátedra, se exponen aquí temas tan interesantes como el de la Responsabilidad Social de la Empresa.
Trabajo en BBVA y puedo constatar que no tengo queja alguna al respecto. Pero, precisamente por mi experiencia bancaria, me llama la atención como la «Caixa» puede ser tan incoherente con la actitud aquí expuesta.
Actitud como dice, cuyo origen puede ser variado: moral , social , económica, altruista unas veces, egoísta otras; reactiva o proactiva,…
A mi entender, la actitud en empresas como la Caixa es puramente comercial y de marketing. Busca ofrecer una imagen de servicio a la sociedad que en nada se parece a la realidad.
Y es que precisamente, La Caixa en su fusión con Banca Civica, no ha tenido ningún reparo en “ofrecer la baja” a 900 personas, una de las cuales ha sido mi marido (directivo).
Pero esa sociedad (a la que se debe) no ha sido informada oportunamente de estos temas. Y los mensajes publicitarios que emiten son siempre referidos al «alma» de la Caixa.
Hace años, cuando hice las pruebas de acceso a la Universidad, en la redacción de tema libre que debíamos escribir al final de las pruebas técnicas, hablé precisamente de la «deshumanización de la ciencia». Hoy lo aplico a la banca. Pero no a todo el Sistema Finaciero, porque sería injusto. A lo largo de mis 15 años de experiencia bancaria puedo constatar que mi banco si tiene alma. Lástima que no pueda decir lo mismo de todos.
Muchas gracias.